Las soldaderas del crimen*
Tomados de La Jornada, Hernández, Helguera y Rocha y El Universal, Helioflores y Naranjo.
Arturo Rodríguez García
MONTERREY, NL- Los estragos de la juerga se apreciaban en los rostros de Estefanía, Mónica y Xiomara ese día del pasado diciembre. Sus miradas se perdían en el piso cubierto con mil 200 balas que no llegaron a ser disparadas, acomodadas con esmero. Las figuras esbeltas de las tres mujeres destacaban con sus reguetoneros atuendos. Se veían inofensivas al lado de los militares que las custodiaban.
Apenas movían las bien torneadas piernas para balancear su peso mientras los fotógrafos de la fuente policiaca disparaban sus cámaras. El viento frío golpeaba sus caras con el maquillaje corrido.
Casi amanecía y la francachela estaba en su apogeo cuando llegaron los soldados. Minutos antes alguien le avisó a Rogelio Chacha Quintero El Yeyo que había un operativo militar, por lo que intentó escapar junto con su grupo: Bryan Antonio Medellín Gallegos El Wisi, Héctor Roosvelt Huerta Tinoco El Chester y Agustín Bolaños Delgado El Guti.
El Yeyo, Estefanía Lizeth Díaz de León, Mónica Hernández Gutiérrez y Xiomara Mirazai Cortez Saldívar ya estaban a bordo de un Camaro amarillo cuando uno de los pistoleros abrió el portón. No tenían escapatoria. Los soldados rodeaban la zona.
La captura se realizó sin disparos. Este comando de Los Zetas tenía cuatro armas largas, un lanzagranadas y dos pistolas. También les aseguraron 23 vehículos que estaban en un terreno junto a la casa de seguridad en la calle México de la colonia Orizaba, en Guadalupe, Nuevo León.
La presencia de las tres jóvenes en el inmueble no era casual. De acuerdo con los militares, tenían la misión de reclutar a jóvenes pandilleros para que trabajaran en la organización criminal.
Provenientes de barrios populares de la zona metropolitana, Estefanía y Xiomara tienen 20 años; Mónica, apenas 17. Con su captura se suman a la larga lista de mujeres detenidas por su implicación en actividades delictivas.
Notoriedad
Desde el recrudecimiento de la violencia en el noreste mexicano la participación de mujeres en actividades relacionadas con la delincuencia organizada se refleja en el número de ejecutadas, muertas en enfrentamientos, levantadas por el hampa o detenidas.
Entre las asesinadas cuya relación con los cárteles de la droga era evidente destaca la abogada Silvia Raquenel Villanueva Fraustro, defensora de narcotraficantes. Adquirió notoriedad gracias a sus polémicas declaraciones y por sobrevivir a cuatro atentados. Finalmente fue muerta a tiros el 9 de agosto de 2009.
La penalista no ocultaba su cartera de clientes, entre los que estaba el excoordinador de Seguridad Regional de la Policía Federal Preventiva, Javier Herrera Valles, acusado de tener vínculos con el narco.
Aunque en 2006 permaneció detenida tres meses por su presunta implicación en el secuestro de un agente del Ministerio Público, las autoridades no pudieron comprobarle ningún delito. Su asesinato quedó impune.
Una de las mujeres que obtuvo notoriedad en años recientes fue Aurora Aída Villarreal Loredo, policía municipal de San Nicolás de los Garza que fungía como enlace entre Los Zetas y los uniformados en ese municipio conurbado de Monterrey. De acuerdo con las investigaciones, Villarreal se encargaba de pagar la nómina de sobornos a sus compañeros.
Su detención ocurrió el 8 de junio de 2009. Cuando los soldados la trasladaban a la VII Zona Militar, decenas de policías municipales bloquearon las vialidades. Al lugar llegaron elementos de las policías Federal y Estatal. Las discusiones subieron de tono, salieron a relucir las armas y varios agentes se encañonaron.
A pesar de todo, se realizó el traslado de la detenida, pero desde entonces a los municipales se les retiraron las armas largas.
A Villarreal se le acusó de ser el enlace entre Juan Daniel Carranco Salazar Comandante Coloso, jefe de plaza de Los Zetas en San Nicolás de los Garza, y los policías de ese municipio.
Un día después de la confrontación, el secretario estatal de Seguridad Pública, Aldo Fasci Zuazua, declaró: “Sabemos por reportes de inteligencia que era colaboradora de esa persona (Comandante Coloso) y que era muy apreciada en los grupos de delincuencia organizada”.
Infiltración
El 20 de marzo de 2009, un operativo militar en Saltillo, Coahuila, ubicó y detuvo a Sigifredo Nájera Talamantes El Canicón, quien presuntamente era uno de los mandos más importantes de la entonces sociedad cártel del Golfo-Zetas en Nuevo León y supuesto jefe de plaza en la entidad.
En otra acción, derivada de la detención de Nájera, de la que la Secretaría de la Defensa no dio detalles, fue capturada Yaneth Deyanira García Cruz, quien tenía consigo 10 millones 110 mil pesos y 930 dólares en efectivo. Se dijo que era responsable del manejo financiero de la organización criminal en Nuevo León.
El pasado 13 de noviembre, Olga Lydia Limón Rodríguez, de 49 años, y María Mayela Contreras Espinosa, de 44, fueron ejecutadas en las inmediaciones de la colonia Acero, un barrio popular de Monterrey.
Aunque el móvil de las ejecuciones no fue esclarecido oficialmente, indagaciones periodísticas apuntan a que ambas eran narcomenudistas en el área de la Central de Autobuses de la capital nuevoleonesa.
Otro caso del que no se ha dado información puntual ocurrió el 6 de diciembre último en la colonia Burócratas del Estado, donde murió María Magdalena Gallegos García. Las autoridades informaron que esa mujer era madre de Francisco Zapata Gallegos El Billy, detenido el 27 de agosto por el Ejército, que le imputa el liderazgo de Los Zetas en la región.
Sólo ornato
En noviembre de 2009, la activista Alicia Leal Puerta comentó a este semanario que la existencia de una cultura misógina en la sociedad se refleja principalmente en las actividades delictivas:
“Las mujeres son vistas como objeto, como propiedad. Deben callar y obedecer, o las matan a ellas o a sus hijos. Obrero, profesionista, empresario o narco, el punto es que se asumen como dueños de sus mujeres”, dijo (Proceso 1726).
En general, las actividades delictivas de las mujeres en los cárteles de la droga que operan en la región, no son protagónicas ni de liderazgo. En la mayoría de los casos tienen papeles secundarios, aunque se ha documentado la participación de algunas mujeres en acciones propias de sicarios.
Apenas el pasado 15 de noviembre, en un tiroteo con el Ejército en General Terán, Nuevo León, murieron Julio César Castañeda García, de 27 años, y Nancy Rubí Maldonado Pérez, de 22. Según los informes difundidos ese día, los militares se enfrentaron con un convoy criminal.
En la refriega, la mayoría de los pistoleros escapó, salvo Julio César y Nancy quienes tenían en su poder lanzagranadas, granadas y armas largas.
El tiroteo ocurrió a las 2:30 de la tarde cuando cuatro camionetas transitaban por un paraje semidesértico del rancho La Leona, en la franja limítrofe entre General Terán y Cadereyta.
Durante la refriega al menos siete pistoleros lograron escabullirse. A Nancy no le dieron tiempo para bajar de la Cheyenne azul que tripulaba. La acribillaron y su cuerpo quedó en la cabina.
MONTERREY, NL- Los estragos de la juerga se apreciaban en los rostros de Estefanía, Mónica y Xiomara ese día del pasado diciembre. Sus miradas se perdían en el piso cubierto con mil 200 balas que no llegaron a ser disparadas, acomodadas con esmero. Las figuras esbeltas de las tres mujeres destacaban con sus reguetoneros atuendos. Se veían inofensivas al lado de los militares que las custodiaban.
Apenas movían las bien torneadas piernas para balancear su peso mientras los fotógrafos de la fuente policiaca disparaban sus cámaras. El viento frío golpeaba sus caras con el maquillaje corrido.
Casi amanecía y la francachela estaba en su apogeo cuando llegaron los soldados. Minutos antes alguien le avisó a Rogelio Chacha Quintero El Yeyo que había un operativo militar, por lo que intentó escapar junto con su grupo: Bryan Antonio Medellín Gallegos El Wisi, Héctor Roosvelt Huerta Tinoco El Chester y Agustín Bolaños Delgado El Guti.
El Yeyo, Estefanía Lizeth Díaz de León, Mónica Hernández Gutiérrez y Xiomara Mirazai Cortez Saldívar ya estaban a bordo de un Camaro amarillo cuando uno de los pistoleros abrió el portón. No tenían escapatoria. Los soldados rodeaban la zona.
La captura se realizó sin disparos. Este comando de Los Zetas tenía cuatro armas largas, un lanzagranadas y dos pistolas. También les aseguraron 23 vehículos que estaban en un terreno junto a la casa de seguridad en la calle México de la colonia Orizaba, en Guadalupe, Nuevo León.
La presencia de las tres jóvenes en el inmueble no era casual. De acuerdo con los militares, tenían la misión de reclutar a jóvenes pandilleros para que trabajaran en la organización criminal.
Provenientes de barrios populares de la zona metropolitana, Estefanía y Xiomara tienen 20 años; Mónica, apenas 17. Con su captura se suman a la larga lista de mujeres detenidas por su implicación en actividades delictivas.
Notoriedad
Desde el recrudecimiento de la violencia en el noreste mexicano la participación de mujeres en actividades relacionadas con la delincuencia organizada se refleja en el número de ejecutadas, muertas en enfrentamientos, levantadas por el hampa o detenidas.
Entre las asesinadas cuya relación con los cárteles de la droga era evidente destaca la abogada Silvia Raquenel Villanueva Fraustro, defensora de narcotraficantes. Adquirió notoriedad gracias a sus polémicas declaraciones y por sobrevivir a cuatro atentados. Finalmente fue muerta a tiros el 9 de agosto de 2009.
La penalista no ocultaba su cartera de clientes, entre los que estaba el excoordinador de Seguridad Regional de la Policía Federal Preventiva, Javier Herrera Valles, acusado de tener vínculos con el narco.
Aunque en 2006 permaneció detenida tres meses por su presunta implicación en el secuestro de un agente del Ministerio Público, las autoridades no pudieron comprobarle ningún delito. Su asesinato quedó impune.
Una de las mujeres que obtuvo notoriedad en años recientes fue Aurora Aída Villarreal Loredo, policía municipal de San Nicolás de los Garza que fungía como enlace entre Los Zetas y los uniformados en ese municipio conurbado de Monterrey. De acuerdo con las investigaciones, Villarreal se encargaba de pagar la nómina de sobornos a sus compañeros.
Su detención ocurrió el 8 de junio de 2009. Cuando los soldados la trasladaban a la VII Zona Militar, decenas de policías municipales bloquearon las vialidades. Al lugar llegaron elementos de las policías Federal y Estatal. Las discusiones subieron de tono, salieron a relucir las armas y varios agentes se encañonaron.
A pesar de todo, se realizó el traslado de la detenida, pero desde entonces a los municipales se les retiraron las armas largas.
A Villarreal se le acusó de ser el enlace entre Juan Daniel Carranco Salazar Comandante Coloso, jefe de plaza de Los Zetas en San Nicolás de los Garza, y los policías de ese municipio.
Un día después de la confrontación, el secretario estatal de Seguridad Pública, Aldo Fasci Zuazua, declaró: “Sabemos por reportes de inteligencia que era colaboradora de esa persona (Comandante Coloso) y que era muy apreciada en los grupos de delincuencia organizada”.
Infiltración
El 20 de marzo de 2009, un operativo militar en Saltillo, Coahuila, ubicó y detuvo a Sigifredo Nájera Talamantes El Canicón, quien presuntamente era uno de los mandos más importantes de la entonces sociedad cártel del Golfo-Zetas en Nuevo León y supuesto jefe de plaza en la entidad.
En otra acción, derivada de la detención de Nájera, de la que la Secretaría de la Defensa no dio detalles, fue capturada Yaneth Deyanira García Cruz, quien tenía consigo 10 millones 110 mil pesos y 930 dólares en efectivo. Se dijo que era responsable del manejo financiero de la organización criminal en Nuevo León.
El pasado 13 de noviembre, Olga Lydia Limón Rodríguez, de 49 años, y María Mayela Contreras Espinosa, de 44, fueron ejecutadas en las inmediaciones de la colonia Acero, un barrio popular de Monterrey.
Aunque el móvil de las ejecuciones no fue esclarecido oficialmente, indagaciones periodísticas apuntan a que ambas eran narcomenudistas en el área de la Central de Autobuses de la capital nuevoleonesa.
Otro caso del que no se ha dado información puntual ocurrió el 6 de diciembre último en la colonia Burócratas del Estado, donde murió María Magdalena Gallegos García. Las autoridades informaron que esa mujer era madre de Francisco Zapata Gallegos El Billy, detenido el 27 de agosto por el Ejército, que le imputa el liderazgo de Los Zetas en la región.
Sólo ornato
En noviembre de 2009, la activista Alicia Leal Puerta comentó a este semanario que la existencia de una cultura misógina en la sociedad se refleja principalmente en las actividades delictivas:
“Las mujeres son vistas como objeto, como propiedad. Deben callar y obedecer, o las matan a ellas o a sus hijos. Obrero, profesionista, empresario o narco, el punto es que se asumen como dueños de sus mujeres”, dijo (Proceso 1726).
En general, las actividades delictivas de las mujeres en los cárteles de la droga que operan en la región, no son protagónicas ni de liderazgo. En la mayoría de los casos tienen papeles secundarios, aunque se ha documentado la participación de algunas mujeres en acciones propias de sicarios.
Apenas el pasado 15 de noviembre, en un tiroteo con el Ejército en General Terán, Nuevo León, murieron Julio César Castañeda García, de 27 años, y Nancy Rubí Maldonado Pérez, de 22. Según los informes difundidos ese día, los militares se enfrentaron con un convoy criminal.
En la refriega, la mayoría de los pistoleros escapó, salvo Julio César y Nancy quienes tenían en su poder lanzagranadas, granadas y armas largas.
El tiroteo ocurrió a las 2:30 de la tarde cuando cuatro camionetas transitaban por un paraje semidesértico del rancho La Leona, en la franja limítrofe entre General Terán y Cadereyta.
Durante la refriega al menos siete pistoleros lograron escabullirse. A Nancy no le dieron tiempo para bajar de la Cheyenne azul que tripulaba. La acribillaron y su cuerpo quedó en la cabina.
*Tomado de la revista Proceso.
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