La depresión masculina “enmascarada” *
Tomados de La Jornada, Hernández, Helguera, El Fisgón y Rocha y El Universal, Helioflores y Naranjo.
Marta Lamas
MÉXICO, D.F., 11 de enero.- El año empieza con un lastre de violencia, desesperación e incertidumbre. Día a día las noticias transmiten un panorama siniestro y amenazante, y no le vemos fin a la guerra en la que estamos inmersos, ni que haya condiciones para abatir la desgarradora desigualdad que nos circunda. Muchas personas nos sentimos hundidas con ese peso sobre nuestra existencia. Justamente el término depresión viene del latín depressio, que quiere decir hundimiento. Se dice que las personas deprimidas tienen un sentimiento de impotencia y de fracaso, y que están agobiadas, y que su agobio se expresa en la temporalidad (“no tengo futuro”), en la motivación (“no tengo fuerzas”) y en la nula estimación que le dan a la vida (“la vida no vale nada”). Están abrumadas por una desesperanza que les impide contar con la energía necesaria para formular nuevos proyectos.
Pero no todas las personas deprimidas viven abatidas o agobiadas. Algunos –sobre todo varones– ocultan su depresión con el ruido de la violencia, el consumo de drogas o la adicción al trabajo. Incapaces de identificar sus propias emociones y, por lo tanto, de expresarlas con palabras, estos hombres deprimidos sólo reconocen los síntomas físicos de su malestar, por ejemplo el insomnio, la disminución de la energía o los problemas de concentración. No son conscientes de estar deprimidos. Por eso se llama “depresión enmascarada” la que suele afectar a los varones. Las adicciones a veces funcionan como la otra cara del vacío depresivo (y no me refiero sólo al alcohol o la droga; también el trabajo y la política pueden ser adictivos). Depresión y adicción forman un círculo vicioso. Y como la depresión es causa de una pérdida o una decepción, muchos hombres buscan la euforia artificial para escapar de ella.
El año que acaba de terminar ha sido un tour de force de violencia para todos, pero especialmente para los hombres. Soldados, policías y funcionarios son la población más activa en esta “guerra contra el narco”. Muchos han muerto y muchos más han visto morir a sus compañeros, y tienen que seguir adelante. Y aunque en nuestro país todavía se dice que los hombres no lloran, los hombres sienten, sufren en silencio y se deprimen. Y si los hombres son quienes básicamente están a cargo de esta cuestionada y nada convincente guerra contra el narco, del fallido rumbo de la economía y de la equivocada dirección de la política, y ocultan su depresión con el ruido de la violencia, el consumo de drogas o la adicción a la grilla, ¿qué podemos esperar?
Monsiváis decía que hoy, en México, estar deprimido era ser realista. La Organización Mundial de la Salud (OMS) considera la depresión como un “mal de nuestro tiempo” y señala que es uno de los problemas más comunes y más serios de salud mental que enfrenta la gente hoy en día. Millones de personas en el mundo sobreviven en medio de la depresión. Dejando de lado cuestiones indudables como el desequilibrio neuroquímico o ciertas tragedias personales, también las condiciones histórico-sociales pueden provocar depresión. La depresión afecta el desempeño social, laboral e interpersonal, y la OMS indica que esta enfermedad se convertirá en el año 2020 en la segunda causa de incapacidad en el mundo, detrás de las enfermedades isquémicas (infartos, insuficiencia coronaria, accidente cerebrovascular), mientras que en el año 2000 ocupaba el cuarto lugar. Las depresiones se ubicarán, como causa de discapacidad, por delante de los accidentes de tránsito, las enfermedades vasculares-cerebrales, la enfermedad pulmonar obstructiva crónica, las infecciones de las vías respiratorias, la tuberculosis y el VIH.
Este preocupante aumento ha llevado a politólogos, sociólogos y economistas a ocuparse del aspecto socioeconómico de las depresiones y a investigar la depresión masculina enmascarada, pues es costosísima. Y el costo no sólo se mide en enfermedades coronarias e infartos cardiacos y cerebrales, padecimientos que afectan a los hombres con mayor frecuencia y a una edad más temprana que a las mujeres, sino en acciones políticas suicidas, emprendidas bajo el ruido de la violencia o la influencia de las adicciones.
La depresión es una epidemia y requiere una acción clara, enérgica y urgente. Requiere un cambio sociocultural y de gobierno, además de que los síntomas se deberían difundir en los medios y poner al día a los prestadores de servicios en los centros de salud y de los consultorios privados sobre los tratamientos básicos que hoy se dan para esa enfermedad silenciosa.
En México, la enfermedad mental de quienes nos gobiernan sólo es tema de chistes. ¿Cuándo empezaremos a tomar en serio las consecuencias evidentes de la depresión masculina enmascarada?
MÉXICO, D.F., 11 de enero.- El año empieza con un lastre de violencia, desesperación e incertidumbre. Día a día las noticias transmiten un panorama siniestro y amenazante, y no le vemos fin a la guerra en la que estamos inmersos, ni que haya condiciones para abatir la desgarradora desigualdad que nos circunda. Muchas personas nos sentimos hundidas con ese peso sobre nuestra existencia. Justamente el término depresión viene del latín depressio, que quiere decir hundimiento. Se dice que las personas deprimidas tienen un sentimiento de impotencia y de fracaso, y que están agobiadas, y que su agobio se expresa en la temporalidad (“no tengo futuro”), en la motivación (“no tengo fuerzas”) y en la nula estimación que le dan a la vida (“la vida no vale nada”). Están abrumadas por una desesperanza que les impide contar con la energía necesaria para formular nuevos proyectos.
Pero no todas las personas deprimidas viven abatidas o agobiadas. Algunos –sobre todo varones– ocultan su depresión con el ruido de la violencia, el consumo de drogas o la adicción al trabajo. Incapaces de identificar sus propias emociones y, por lo tanto, de expresarlas con palabras, estos hombres deprimidos sólo reconocen los síntomas físicos de su malestar, por ejemplo el insomnio, la disminución de la energía o los problemas de concentración. No son conscientes de estar deprimidos. Por eso se llama “depresión enmascarada” la que suele afectar a los varones. Las adicciones a veces funcionan como la otra cara del vacío depresivo (y no me refiero sólo al alcohol o la droga; también el trabajo y la política pueden ser adictivos). Depresión y adicción forman un círculo vicioso. Y como la depresión es causa de una pérdida o una decepción, muchos hombres buscan la euforia artificial para escapar de ella.
El año que acaba de terminar ha sido un tour de force de violencia para todos, pero especialmente para los hombres. Soldados, policías y funcionarios son la población más activa en esta “guerra contra el narco”. Muchos han muerto y muchos más han visto morir a sus compañeros, y tienen que seguir adelante. Y aunque en nuestro país todavía se dice que los hombres no lloran, los hombres sienten, sufren en silencio y se deprimen. Y si los hombres son quienes básicamente están a cargo de esta cuestionada y nada convincente guerra contra el narco, del fallido rumbo de la economía y de la equivocada dirección de la política, y ocultan su depresión con el ruido de la violencia, el consumo de drogas o la adicción a la grilla, ¿qué podemos esperar?
Monsiváis decía que hoy, en México, estar deprimido era ser realista. La Organización Mundial de la Salud (OMS) considera la depresión como un “mal de nuestro tiempo” y señala que es uno de los problemas más comunes y más serios de salud mental que enfrenta la gente hoy en día. Millones de personas en el mundo sobreviven en medio de la depresión. Dejando de lado cuestiones indudables como el desequilibrio neuroquímico o ciertas tragedias personales, también las condiciones histórico-sociales pueden provocar depresión. La depresión afecta el desempeño social, laboral e interpersonal, y la OMS indica que esta enfermedad se convertirá en el año 2020 en la segunda causa de incapacidad en el mundo, detrás de las enfermedades isquémicas (infartos, insuficiencia coronaria, accidente cerebrovascular), mientras que en el año 2000 ocupaba el cuarto lugar. Las depresiones se ubicarán, como causa de discapacidad, por delante de los accidentes de tránsito, las enfermedades vasculares-cerebrales, la enfermedad pulmonar obstructiva crónica, las infecciones de las vías respiratorias, la tuberculosis y el VIH.
Este preocupante aumento ha llevado a politólogos, sociólogos y economistas a ocuparse del aspecto socioeconómico de las depresiones y a investigar la depresión masculina enmascarada, pues es costosísima. Y el costo no sólo se mide en enfermedades coronarias e infartos cardiacos y cerebrales, padecimientos que afectan a los hombres con mayor frecuencia y a una edad más temprana que a las mujeres, sino en acciones políticas suicidas, emprendidas bajo el ruido de la violencia o la influencia de las adicciones.
La depresión es una epidemia y requiere una acción clara, enérgica y urgente. Requiere un cambio sociocultural y de gobierno, además de que los síntomas se deberían difundir en los medios y poner al día a los prestadores de servicios en los centros de salud y de los consultorios privados sobre los tratamientos básicos que hoy se dan para esa enfermedad silenciosa.
En México, la enfermedad mental de quienes nos gobiernan sólo es tema de chistes. ¿Cuándo empezaremos a tomar en serio las consecuencias evidentes de la depresión masculina enmascarada?
*Tomado de la revista Proceso.
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