La cobardía de El Yunque*
Tomado de La Jornada, Rocha.
Álvaro Delgado
MÉXICO, D.F., 28 de diciembre (apro).- Junto a la capilla del panteón Parque Memorial, en Naucalpan, Estado de México, en el lote 211 de la sección 1.1, se encuentra una tumba cuya austera lápida tiene inscrito un nombre y dos fechas: “Ramón Plata Moreno. 20-X-1935 24-XII-79”.
Se trata del sitio donde yacen los restos del fundador de El Yunque, la organización ultraderechista que, desde hace medio siglo, conspira desde la clandestinidad para imponer en México un proyecto autoritario, a través del Partido Acción Nacional (PAN), uno más de sus diversos instrumentos.
La fecha de su muerte inscrita en la lápida indica que la semana pasada, justamente en la Nochebuena de este 2009, se cumplieron tres décadas de que fue asesinado en la casa de sus suegros, en la calla Cienfuegos número 763, colonia Lindavista del Distrito Federal, después de regresar de un exilio en Estados Unidos, a raíz de un atentado a balazos que sufrió cuatro años antes.
El lugar donde está sepultado Plata Moreno no es casual: Está próximo al santuario de Los Remedios, donde, en 1975, hizo concentrarse ahí a centenares de miembros de El Yunque para lanzar, justamente, el “Pacto de Los Remedios”, una ofensiva contra el gobierno de Luis Echeverría, a quien catalogaba como “comunista” y “anticatólico”.
Igual que otros homicidios de miembros de El Yunque --como los de dos jóvenes en el Cerro del Cubilete, en 1975, y el de Jorge Kalfópoulos, jefe en Jalisco, y su hijo Cristos, de 10 años de edad, en 1981--, el asesinato de Plata Moreno es un crimen impune, pese a que prominentes militantes de esta organización han estado y están en posiciones relevantes en la estructura gubernamental federal para que se sancione a los responsables.
Las razones de tal omisión son diversas, entre ellas que el homicidio cometido hace tres décadas legalmente ya prescribió, pero la fundamental es que los jerarcas de la Organización Nacional de El Yunque han evitado, por todos los medios, que haya la más mínima investigación, porque eso implicaría un mayor escrutinio sobre la estructura y los fines de la misma.
Existe, inclusive, una averiguación previa en la Procuraduría General de la República (PGR) a raíz de una denuncia que formuló Lorenzo Lira García, un mando de los Tecos de la Universidad Autónoma de Guadalajara (UAG) que decidió proporcionar vasta información sobre el homicidio de Plata Moreno y otros crímenes, presuntamente cometidos por esa otra organización ultraderechista, muchos de cuyos miembros pertenecen también al PAN.
Sin embargo, las investigaciones no han avanzado por la reiterada oposición de los jerarcas de la Organización Nacional de El Yunque, particularmente el jefe general, Bernardo Ardavín Migoni; el jefe general emérito, José Antonio Quintana, y el jefe nacional operativo, Guillermo Velasco Arzac, quienes han impuesto a la familia de Plata Moreno la ignominiosa orden de quedarse callados ante el crimen.
El silencio sobre las razones, y los autores intelectuales y materiales del asesinato del fundador de El Yunque se justificaba porque, supuestamente, los gobiernos priistas podrían incurrir en manipulación y encubrir a los responsables, pero después de dos gobiernos federales del PAN, con miembros de El Yunque colocados en posiciones clave para el esclarecimiento cabal, no se entiende por qué la obstinación en oponerse a abrir el caso.
Menos aún se entiende el silencio –o quizá esa es la verdadera razón-- cuando ha habido tres presidentes del PAN con formación en El Yunque --Luis Felipe Bravo Mena, Manuel Espino y César Nava--, y sus cuadros colman el comité nacional y los estatales.
Mandos de El Yunque murmuran, en voz baja, que el esclarecimiento del asesinato podría desencadenar una cruenta guerra con los Tecos, que todavía disponen de grupos paramilitares fuertemente armados, uno de los cuales supuestamente lo ejecutó, o con los sótanos del priismo que siguen siendo fieles a Fernando Gutiérrez Barrios, a quien también se señala como autor intelectual del crimen.
La razón puede ser otra, como lo presume Eduardo García Suárez, uno de los estrategas más allegados a Plata Moreno en Puebla y quien asegura que miembros de El Yunque traicionaron al fundador y lo “pusieron” para que fuera asesinado en la Nochebuena, en la colonia Lindavista, en 1979.
Como quiera que sea, el silencio de los mandos de El Yunque tiene nombre. Se llama cobardía.
Apuntes
Es también cobarde la conducta de Felipe Calderón: Ya no sólo no sabe cumplir su palabra de que no habría aumentos a los combustibles durante 2009, como se acreditó el sábado de la semana pasada cuando decretó un alza a la gasolina y el número 50 al diesel –lo que definí como una vileza--, sino que ahora, un día después de Navidad, ordenó otra alza a la gasolina Magna. ¿Se puede llamar de otra manera que no sea cobardía la decisión de Calderón? Yo sostengo que no, y eso mismo son los periodistas y medios que se quedan callados.
Comentarios: delgado@proceso.com.mx
*Tomado de la revista Proceso.
MÉXICO, D.F., 28 de diciembre (apro).- Junto a la capilla del panteón Parque Memorial, en Naucalpan, Estado de México, en el lote 211 de la sección 1.1, se encuentra una tumba cuya austera lápida tiene inscrito un nombre y dos fechas: “Ramón Plata Moreno. 20-X-1935 24-XII-79”.
Se trata del sitio donde yacen los restos del fundador de El Yunque, la organización ultraderechista que, desde hace medio siglo, conspira desde la clandestinidad para imponer en México un proyecto autoritario, a través del Partido Acción Nacional (PAN), uno más de sus diversos instrumentos.
La fecha de su muerte inscrita en la lápida indica que la semana pasada, justamente en la Nochebuena de este 2009, se cumplieron tres décadas de que fue asesinado en la casa de sus suegros, en la calla Cienfuegos número 763, colonia Lindavista del Distrito Federal, después de regresar de un exilio en Estados Unidos, a raíz de un atentado a balazos que sufrió cuatro años antes.
El lugar donde está sepultado Plata Moreno no es casual: Está próximo al santuario de Los Remedios, donde, en 1975, hizo concentrarse ahí a centenares de miembros de El Yunque para lanzar, justamente, el “Pacto de Los Remedios”, una ofensiva contra el gobierno de Luis Echeverría, a quien catalogaba como “comunista” y “anticatólico”.
Igual que otros homicidios de miembros de El Yunque --como los de dos jóvenes en el Cerro del Cubilete, en 1975, y el de Jorge Kalfópoulos, jefe en Jalisco, y su hijo Cristos, de 10 años de edad, en 1981--, el asesinato de Plata Moreno es un crimen impune, pese a que prominentes militantes de esta organización han estado y están en posiciones relevantes en la estructura gubernamental federal para que se sancione a los responsables.
Las razones de tal omisión son diversas, entre ellas que el homicidio cometido hace tres décadas legalmente ya prescribió, pero la fundamental es que los jerarcas de la Organización Nacional de El Yunque han evitado, por todos los medios, que haya la más mínima investigación, porque eso implicaría un mayor escrutinio sobre la estructura y los fines de la misma.
Existe, inclusive, una averiguación previa en la Procuraduría General de la República (PGR) a raíz de una denuncia que formuló Lorenzo Lira García, un mando de los Tecos de la Universidad Autónoma de Guadalajara (UAG) que decidió proporcionar vasta información sobre el homicidio de Plata Moreno y otros crímenes, presuntamente cometidos por esa otra organización ultraderechista, muchos de cuyos miembros pertenecen también al PAN.
Sin embargo, las investigaciones no han avanzado por la reiterada oposición de los jerarcas de la Organización Nacional de El Yunque, particularmente el jefe general, Bernardo Ardavín Migoni; el jefe general emérito, José Antonio Quintana, y el jefe nacional operativo, Guillermo Velasco Arzac, quienes han impuesto a la familia de Plata Moreno la ignominiosa orden de quedarse callados ante el crimen.
El silencio sobre las razones, y los autores intelectuales y materiales del asesinato del fundador de El Yunque se justificaba porque, supuestamente, los gobiernos priistas podrían incurrir en manipulación y encubrir a los responsables, pero después de dos gobiernos federales del PAN, con miembros de El Yunque colocados en posiciones clave para el esclarecimiento cabal, no se entiende por qué la obstinación en oponerse a abrir el caso.
Menos aún se entiende el silencio –o quizá esa es la verdadera razón-- cuando ha habido tres presidentes del PAN con formación en El Yunque --Luis Felipe Bravo Mena, Manuel Espino y César Nava--, y sus cuadros colman el comité nacional y los estatales.
Mandos de El Yunque murmuran, en voz baja, que el esclarecimiento del asesinato podría desencadenar una cruenta guerra con los Tecos, que todavía disponen de grupos paramilitares fuertemente armados, uno de los cuales supuestamente lo ejecutó, o con los sótanos del priismo que siguen siendo fieles a Fernando Gutiérrez Barrios, a quien también se señala como autor intelectual del crimen.
La razón puede ser otra, como lo presume Eduardo García Suárez, uno de los estrategas más allegados a Plata Moreno en Puebla y quien asegura que miembros de El Yunque traicionaron al fundador y lo “pusieron” para que fuera asesinado en la Nochebuena, en la colonia Lindavista, en 1979.
Como quiera que sea, el silencio de los mandos de El Yunque tiene nombre. Se llama cobardía.
Apuntes
Es también cobarde la conducta de Felipe Calderón: Ya no sólo no sabe cumplir su palabra de que no habría aumentos a los combustibles durante 2009, como se acreditó el sábado de la semana pasada cuando decretó un alza a la gasolina y el número 50 al diesel –lo que definí como una vileza--, sino que ahora, un día después de Navidad, ordenó otra alza a la gasolina Magna. ¿Se puede llamar de otra manera que no sea cobardía la decisión de Calderón? Yo sostengo que no, y eso mismo son los periodistas y medios que se quedan callados.
Comentarios: delgado@proceso.com.mx
*Tomado de la revista Proceso.
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