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sábado, agosto 05, 2006

Mañana domingo asamblea informativa en el Zócalo



Después de que por la mañana el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (Trife) dictaminara por unanimidad que sólo se haría el recuento en 9.07 por ciento de las casillas, Andrés Manuel López Obrador, calificó a los integrantes del cuerpo colegiado de "faltó, con todo respeto altura de miras".

“Basta preguntar con qué criterio el tribunal decide abrir sólo 11 mil 839 casillas con errores aritméticos cuando hay un total de 72 mil casillas con las mismas características.

“Por qué sí abrir el 9 por ciento de las casillas y no cuando menos el 72 por ciento de las casillas que tienen los mismos errores y las mismas características”, señaló.

Anunció que mañana a la 11:00 habrá otra asamblea informativa y llamó a recordar la importancia de la gente, como en el caso del desafuero. Reiteró también que la exigencia de voto x voto sigue, así como la desobediencia civil pacífica.

Entre lo más destacable aseguró que cuenta con pruebas notariadas de e-mails cruzados entre César Nava y Molinar Orcasitas, ambos distinguidos miembros del PAN y muy cercanos a Felipe Calderón, en los que desde hace 10 días se refleja la misma postura que por "unanimidad" acordaron hoy los magistrados del Trife.

A CONTINUACIÓN UN ANÁLISIS BAJADO DE LA REVISTA PROCESO
(http://www.proceso.com.mx/index.html)

Tantos no pueden estar equivocados

carlos acosta córdova

México, D.F., 3 de agosto (apro).- Que recuerde, muy pocas veces habíamos vivido una semana de tanta pasión y sentimientos encontrados, por lo menos en las últimas tres décadas. Desde el domingo, hemos transitado por todo: efervescencia política, histeria colectiva, agitación, desencanto, confusión, chillidos, gritos destemplados, desplegados y opiniones a pasto, caos vial extremo, estrés, pasión, análisis encontrados, descalificaciones, calma tensa, espera angustiosa de resultados electorales… y de remate, una fenomenal tromba que desquició buena parte de la ciudad la noche del miércoles. Y todo por culpa del ahora villano favorito de la nación, Andrés Manuel López Obrador, que quiere darle al país una elemental lección de democracia: la defensa del voto. Cada quién, desde lo personal o lo colectivo, ha vivido una o más de esas experiencias y sentimientos. Yo mismo fui presa de mucho de ello e igual despotriqué, en su momento, contra López Obrador. Cómo que bloquear Reforma, hacer un mega plantón en el Zócalo… tomar de rehén a la ciudad. ¿Con qué derecho? ¡No se vale! ¿Y mi voto? ¿Fue para eso? Me pasó que la mañana del lunes quedé atrapado en el periférico tres horas y cuando lo libré todavía hice hora y media para llegar a mi destino: un desayuno de trabajo pactado a las 9:00 horas (¡Ja!), que se convirtió en almuerzo.

La ciudad era un caos; los autos, a vuelta de rueda; los agentes de tránsito, insuficientes e incapaces de controlar la situación; los automovilistas, con el ánimo crispado y la mirada de odio. Y yo, hecho añicos por la desesperación, el estrés y ese maldito dolor de espalda –producto de dos discos herniados, en la última vértebra lumbar y en la primera sacra-- que me asalta en situaciones de crisis.Cómo no despotricar contra López Obrador. Compartí el ánimo antipeje que supuraban las estaciones de radio.

De regreso en la oficina, el ambiente era igual. En los compañeros de trabajo vi desencanto, enojo, sorpresa. Entre broma y veras, discutíamos. Qué manera de echarse a la gente encima, aun a sus seguidores. Qué forma de acabar con su capital político. Qué ganas de acabar con un movimiento genuino. Si “la derecha” apostaba a que minara el ánimo lopezobradorista, él está contribuyendo de manera contundente a acabarlo. “¿Volverían a votar por López Obrador?”, preguntó alguien en la redacción. Y una voz lacónica espetó: “Yo, ¡ni madres!”. Claro, todos soltamos la carcajada. Pero el ánimo era ese. Nos preguntábamos ¿qué sigue, tomar el aeropuerto? ¿Las estaciones eléctricas, para amagar con apagones? ¿Los pozos petroleros? ¿Las plazas públicas? ¿Más vialidades primarias? No. No puede ser. Esa no es la resistencia “pacífica” que se nos había prometido y que compartíamos ante el noble fin de limpiar la elección para tener una presidencia legítima, incuestionable.

Afortunadamente, al paso de los días se han ido aclarando las cosas. El berrinche generalizado del lunes ha ido quedando en enojo o en actitudes histéricas, cacerolistas, de quienes están contra López Obrador.Pasan las horas y cada quién va quedando en su lugar. Con todo y que ya el tránsito es más fluido en la ciudad --de manera sorprendente Seguridad Pública ha ido controlando el flujo vehicular--, la histeria persiste. Voces intelectuales se levantan, se rasgan las vestiduras. Mucha gente se hace eco de la bilis que derraman los comentaristas televisivos y radiofónicos. Líderes de comerciantes la emprenden contra López Obrador y contra Encinas. Hasta quieren que renuncie, que desaparezcan poderes en la capital de la República.

Grupos de abogados antipeje ya dan asesoría gratis a comerciantes establecidos para que demanden penalmente al gobierno local. Miembros de organismos cúpula del empresariado llegan a pedir hasta la presencia del Ejército para desalojar a los perredistas de Reforma y del Zócalo. Todos, pues, contra López Obrador. Otra vez.Pero la sorpresa es que el ánimo popular, la energía del apoyo a AMLO no cede, o al menos como quisieran los contrarios. Uno, periodista al cabo, por oficio o por costumbre, platica con medio mundo, observa, semblantea. Y lo que se descubre es una firmeza indeleble entre la gente que apoya a López Obrador. Prevalece la convicción de que, aunque se moleste o de plano se atropellen derechos ciudadanos, es una situación temporal, extraordinaria, como extraordinario y definitorio es el momento político que vive el país.

Al ver ese ánimo que no decae en las calles, en las familias, en las personas, decidí darme una vuelta por toda la zona ocupada. Y, sorpresa, acudí a una verdadera verbena popular, algo así como las que se hacen los días 15 de septiembre, en ocasión del grito de independencia, pero extendida, intensa y protagonizada por gente convencida de la necesidad de su presencia en el mega campamento. Más allá de los infaltables cegehacheros y panchos villas, hay gente de todas las edades y de todas las condiciones sociales.

Ve uno de todo: manifestaciones artísticas de todo tipo, exposiciones fotográficas, líderes arengando, cantantes, grupos musicales, exhibición de videos, grupos de oficinistas, familias enteras, recorriendo gustosos los campamento, apreciando lo que se exhibe en cada uno de ellos. Como si se hubiera planeado desde hace mucho, sobresale la infraestructura de seguridad y asistencia médica: puestos de socorro y primeros auxilios, ambulancias, diagnósticos rápidos de presión sanguínea, de niveles de azúcar, en fin. Y para que se vea que no es una fiesta frívola, incontables puestos de venta de libros y bibliotecas ambulantes, campamentos dedicados a la lectura, de libros, revistas y periódicos. Foros de discusión por todos lados.No hay campamento donde no se vea a nutridos grupos jugando ajedrez, o tomando talleres de matemáticas, de reciclaje, de títeres, de fotografía y hasta de nutrición y enfermería.

También, colas inmensas de gente que quiere estampar su firma de apoyo a las demandas de López Obrador y de la coalición Por el Bien de Todos. Tampoco hay campamento donde no se dediquen grandes espacios para expresar una opinión. Ancianos y jóvenes, lápiz, bolígrafo o plumón en mano, escriben, desde el cerebro y el corazón, sentidos mensajes. Bueno, y hay de todo: una chamaquita, de mezclilla, muy decidida escribió: “Es mi primer voto y se quieren limpiar el culo con él”. Claro, hay otros mensajes más “intelectuales” y más “profundos”, pero también muchos, muchos iguales de expresivos que aquél.Se da uno cuenta también del engaño de las televisoras: no hay tal ausencia de compradores en los comercios establecidos.

Los negocios de joyería y compra de oro y plata en la calle de Madero se ven concurridos, como siempre. Un mensaje se repite de tanto en tanto entre los campamentos: “Insistimos en disculparnos por la molestia que nuestra lucha ocasiona, pero estamos convencidos de que hay algo más importante que ese malestar pasajero: el bienestar duradero que la democracia significa para la gente.”Yo coincido y estoy convencido: Tanta gente, en el país, no puede estar equivocada. Vale la pena soportar estas molestias pasajeras.

Qué tanto es tantito, diría el cronista urbano. Mejor un mes de plantón, que una sexenio gris. Dicen bien los perredistas: es una situación extraordinaria porque extraordinario es el momento político. Hay que vivirlo. Y con pasión. Y sin irnos con la finta de que lo que quiere el Peje es la violencia y la confrontación.

Comentarios: cgacosta@proceso.com.mx