Desfiladero*
Tomados de La Jornada; El Fisgón y Helguera.
∙ Doce debates por la democracia y contra la mercadotecnia
Jaime Avilés
Durante la semana que se va aparecieron los resultados de tres encuestas. Dos de ellas, una de Univisión –levantada entre mexicanos que viven en Estados Unidos– y otra del ITAM –alma máter de la tecnocracia dominante– coinciden en que Andrés Manuel López Obrador está a la cabeza de las preferencias electorales, seguido de lejos por Josefina Vázquez Mota, y mucho más lejos por Enrique Peña Nieto.
En cambio, en la de Televisa-Mitofsky, el dueño del copete afligido conserva 40 puntos, la candidata del PAN y de El Yunque le cubre las espaldas con 28, y el máximo dirigente opositor del país apenas reúne 18. ¿A quién debemos creerle?
Ante las críticas que recibió en Twitter, luego de dar a conocer sus inverosímiles resultados, Roy Campos, dueño de la empresa Consulta Mitofsky, respondió, palabras más, palabras menos, que las encuestas que sitúan a AMLO en primer lugar reflejan el estado de ánimo que prevalece en un microcosmos poco representativo, en tanto las suyas expresan el sentir nacional.
“@Roy: tu credibilidad es nula”, le escribió en Twitter @emiajseliva, antes de recordarle que Televisa es un poder fáctico e invitarlo a sostener un debate público sobre el tema. No ha contestado el siempre afable Roy, pero harto saludable sería que aceptara discutir la legitimidad de su labor profesional y las consecuencias que ésta ha tenido para los mexicanos.
Novena televisora del planeta y primera en el mundo de habla hispana, Televisa construyó la ficticia victoria de Felipe del Sagrado Corazón de Jesús Calderón Hinojosa en las elecciones de 2006 y obtuvo en recompensa miles de millones de pesos en espots, la concesión casi gratuita de la fibra óptica de la Comisión Federal de Electricidad para dar servicio de audio, video, telefonía e Internet sin pagar impuestos durante los dos primeros años, y muchos, muchos beneficios más (lean El sexenio de Televisa, de Jenaro Villamil). Sin embargo, la mancha del fraude electoral que acompañará a Calderón hasta el fin de su vida, Televisa tampoco se la quitará ni con el agua de todos los océanos y todos los ríos.
Entre otras cosas porque, para sentar a su protegido en los pináculos a fin de cobrarle hasta la risa, difundió a toda hora la campaña “López Obrador es un peligro para México”, que inoculó el veneno del odio en millones de hombres y mujeres de buena fe. (Por cierto, ¿ya saben que Antonio Sola Rechi, el hombre blanco y barbado, venido de ultramar, que nos trajo la peste de la furia, está de regreso y trabaja para Vázquez Mota? “¿Con qué nos va a salir ahora? ¿Con que si gana AMLO los 60 mil muertos de Calderón volverán de ultratumba convertidos en zombis?”, escribió @fdobonilla en Twitter.)
La madrugada del 6 de julio de 2006, cuatro levantacejas de Televisa proclamaron el “triunfo” de Calderón, en una escena escalofriante que nos hizo recordar la noche del 11 de septiembre de 1973, cuando cuatro generales de anteojos negros inauguraron la dictadura de Pinochet. Antes, los golpes de Estado los daban los militares; hoy, los medios de comunicación masiva.
Y por lo que vimos a lo largo de la gran catástrofe que destruyó a México durante el sexenio de Calderón, y por lo que observamos durante la precampaña, nada cambiará en las elecciones del primero de julio si el pueblo no rompe la inercia de la mercadotecnia y logra que el breve trimestre de las campañas se someta a las reglas elementales de la democracia.
Andrés Manuel López Obrador y la coalición que lo postula han solicitado al Instituto del Fraude Electoral (IFE) que los candidatos a la Presidencia sostengan 12 debates temáticos, para que los votantes descubran qué hay debajo del copete que se desinfla y detrás de la sonrisa de doña Josefina, porque no sabemos qué piensan. O mejor dicho, sabemos que mantendrán la misma política económica, privatizarán Pemex y continuarán la guerra contra el pueblo para fortalecer el narcotráfico.
De López Obrador, por el contrario, conocemos los 50 puntos de su Nuevo Proyecto de Nación, entre los cuales destaca el de la austeridad y contra la corrupción, que le permitirá disponer de 600 mil millones de pesos para crear de uno a 5 millones de empleos en su primer año de gobierno, inspirado en el ejemplo de Franklin Roosevelt, quien a partir de 1933 y para contrarrestar los efectos de la crisis económica de 1929, abrió millones de puestos de trabajo en beneficio de los más débiles.
¿No es algo así lo que necesitamos para evitar que los ninis se pasen a las filas del crimen organizado? ¿Por qué Vázquez Mota y Peña Nieto se opondrían a debatir estas ideas y confrontarlas con las suyas? ¿Por temor a que la gente perciba que no pueden ofrecer nada distinto a lo que hicieron Calderón, Fox, Zedillo, Salinas y De la Madrid?
Obviamente, quieren seducir a los más pobres con sus sonrisas de plástico, que tienen un significado inequívoco para ellos: el primero de julio, en el peor de los casos, recibirán 100 pesos en efectivo si votan por el PRI o por el PAN.
Y millones de estómagos hambrientos esperan ese día –y las visitas de los candidatos que, como Eruviel Ávila, en el estado de México, llegarán a las puertas de sus casas con tinacos, alambre, cemento, gallinas y demás–, con la certeza de que nada ni nadie podrá sacarlos del marasmo al que, según la televisión, están condenados a permanecer hasta que mueran.
¿Qué tendrá mayor peso al final? ¿El voto comprado de los miserables o los votos razonados de los pensantes? Movilizarnos desde ya para demostrar que somos mayoría quienes exigimos que haya 12 debates sería una manera de iniciar esta lucha en favor de la democracia y en contra de la mercadotecnia. Podríamos, por ejemplo, pegar carteles en nuestras ventanas con el número 12.
Invitar a los artistas plásticos a construir un gigantesco número dos (2) con globos de gas helio y colocarlo a la derecha de la Suavicrema (antes Estela de Luz y Fuerza) para formar un 12 monumental, que respalde la demanda de los 12 debates. Acostarnos en la plancha del Zócalo y en las plazas públicas de todas las ciudades del país, a efecto de crear un 12 de carne humana... Pintar de rojo las 12 fuentes más importantes de cada ciudad, colocar pegatinas con el número 12 en todas partes, pintarnos el 12 en la cara, desplegar mantas con el 12 en los estadios, darnos 12 besos cuando nos saludemos... En suma, obsesionarnos y obsesionar con el número 12 hasta que Vázquez Mota y Peña Nieto acepten los 12 debates que propone López Obrador.
En julio de 2006, después del fraude, durante las primeras manifestaciones en el Zócalo, la gente gritaba: “si no hay solución habrá revolución”. Hoy, los términos parecen invertirse: todo sugiere que si no hay una revolución pacífica no podremos solucionar ninguno de los 12 mayores problemas de México.
PD: a las personas interesadas en colaborar con El Canario Temerario, el periódico en Twitter que dirigirá @nanzumu, se les exhorta a mandar una colaboración de 140 caracteres a aurorita.bengo@gmail.com. ¡Hasta el próximo sábado!
jamastu@gmail.com • http://twitter.com/@emiajseliva
*Tomado de La Jornada.
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