Tormenta sobre Acción Nacional*
Tomdo de La Jornada, Hernández.
Álvaro Delgado
“Ya no somos el partido del cambio”, es la conclusión de un análisis elaborado por el Partido Acción Nacional tras su debacle electoral de 2009. En el documento correspondiente, que se mantuvo en reserva pública clasificado como de “alta confidencialidad” y del que Proceso obtuvo una copia, el PAN se flagela y desnuda sus múltiples fallas: su elitismo y soberbia, la corrupción de varios de sus militantes y funcionarios, su “democracia simulada”, su corporativismo y su complejo de inferioridad frente al PRI. Peor aún, consigna la existencia de “ayuntamientos panistas y legisladores panistas cooptados por el crimen organizado”.
Visto por sí mismo, en una rigurosa introspección, el Partido Acción Nacional (PAN) es un desastre: “En el comportamiento de los panistas no se aplica la fuerza de las ideas, sino la fuerza del interés, la nómina y el poder”, “no hay agenda para y con la sociedad”, “se han tolerado actos de corrupción de funcionarios y militantes”, “se han privilegiado el arribismo y el oportunismo”, “se permite la democracia simulada” y se impone “la aplicación discrecional de estatutos y reglamentos”.
También hay “manipulación de los procesos internos”, “la onda grupera divide al partido, la autoridad no lo remedia y a veces es factor de parcialidad al tomar decisiones”, “desechamos gente valiosa”, “los dirigentes se reciclan” y “la cultura y mentalidad corporativa persiste: derechos, antigüedades, cacicazgos”.
Tan cruda descripción forma parte del diagnóstico sobre el PAN elaborado por la Comisión de Reflexión y Análisis de ese partido a raíz de la debacle electoral de 2009. La completa una afirmación que consigna sin atenuantes la real condición de los panistas: “Hemos dejado de ser escuela de ciudadanía”.
La clasificación de “alta confidencialidad” había convertido a este diagnóstico en un documento secreto. Hoy Proceso lo da a conocer públicamente.
No sólo “nos olvidamos de nuestros aliados históricos” y “no hay plan de relaciones con sectores líderes de la sociedad (Iglesia, empresarios, intelectuales, artistas, académicos, universitarios, etc.)”, sino que “no sabemos comunicarnos con los grupos minoritarios en su idioma (chavos banda, emos, darketos, homosexuales, discapacitados)”, “continúa la resistencia a la cuota de género” y “la fama de mochos nos aleja de muchos de esos grupos”.
El diagnóstico reconoce que “no ha habido congruencia entre la democracia exigida y las prácticas del partido”, que los militantes y dirigentes del PAN “perdimos el valor de la ciudadanía hasta en la integración del Instituto Federal Electoral (IFE)” y la conclusión es lapidaria: “Ya no somos el partido del cambio”.
Y el PAN como gobierno, según el documento obtenido por Proceso, también es un fracaso: “No hemos construido un modelo de gobierno panista” “ni tenemos una agenda programática con 3-4 temas emblemáticos”, sino que “al ganar el gobierno no hicimos un ‘manual de procedimientos panista’ y asumimos la práctica priista”, y por ello “los gobiernos del PAN no han removido las estructuras clientelares que estableció el PRI”.
No sólo eso: “Ha aumentado el desempleo”, “algunos funcionarios hacen negocios desde el gobierno”, “no se redujo el dispendio”, prevalece el “nepotismo”, “hay comportamientos públicos vergonzosos que quedan impunes” y “se manda un mensaje contradictorio al ejecutar programas contra la pobreza manteniendo el despilfarro y lujo de políticos”.
Los panistas no sólo “no tenemos oferta política ni programas de gobierno que respondan a distintos grupos: clase media, mujeres, jóvenes, empresarios, etc.”, sino que “algunas acciones de gobierno y legislativas han afectado a la clase media y otros grupos de apoyo en donde radica la fuerza del PAN”.
Peor aún, hay “ayuntamientos panistas y legisladores panistas cooptados por el crimen organizado”.
El diagnóstico lo acepta: Los panistas “no propusimos cambio” y “la ciudadanía esperaba más de nuestros gobiernos”.
Miedo al PRI
Esta evaluación del PAN fue elaborada por una comisión de 10 panistas coordinados por José Luis Coindreau, para conocer las razones del fracaso en las elecciones federales de 2009, a raíz de las cuales Germán Martínez renunció a la presidencia de ese partido y fue sustituido por César Nava.
El 8 de agosto de 2009, el Consejo Nacional, máximo órgano de dirección del PAN, designó integrantes de la comisión a María Elena Álvarez, Mariela Pérez de Tejada, Gabriela Ruiz del Rincón, Luisa María Calderón, Fernando Torres Graciano, Alejandro Vázquez Cuevas, Humberto Aguilar Coronado, Marko Cortés, José Espina y Arturo García Portillo.
“¡Necesitamos hacer una catarsis, echar fuera todo el coraje que traemos!”, dijo Coindreau al reportero ese día y anticipó: “Hay gente que quiere linchar a gente. ¡Éste es el culpable! Y es un error. ¡No hay culpables! ¡Todos somos responsables!”.
Luego de que los integrantes de la comisión recorrieron todos los estados para escuchar a panistas, analistas y líderes sociales sobre las razones de la derrota del PAN, Coindreau informó al reportero, el 11 de septiembre de ese año, un día antes de entregar el informe al Consejo Nacional, que se había elaborado un documento de 16 cuartillas.
“Fuimos con mente abierta. Lo que vimos, lo vaciamos. No nos podemos ver el ombligo (sino) levantar la mirada y ver al ciudadano al que tenemos que servir”, dijo, y añadió que elaboraron el diagnóstico de ocho cuartillas y propusieron, en otras ocho, un conjunto de “iniciativas de solución”.
Los miembros del Consejo Nacional del PAN conocieron el informe en la sesión del 12 de septiembre de 2009, antes de la conmemoración del 70 aniversario de la fundación del partido; Coindreau, quien leyó el texto, advirtió que no entregaría copia del documento y pedía confidencialidad de su contenido, según la grabación de esa reunión que también obtuvo Proceso.
“Hay la observación de que este documento contiene cosas muy delicadas y que, por lo mismo, exigen de nosotros una alta discrecionalidad (sic), una alta confidencialidad”, advirtió Coindreau, quien enseguida aclaró: “Pensamos que no debe ser repartido… Es muy delicado porque es la estrategia que sugerimos que el partido siga para recuperar su liderazgo político en el país”.
Casi dos años después –cuando el PAN es presidido por Gustavo Madero y luego de elecciones estatales en las que ese partido, en alianza con el PRD, ganó los gobiernos de Puebla, Oaxaca y Sinaloa pero en fecha reciente recibió derrotas contundentes en los estados de México, Coahuila y Nayarit– el diagnóstico conserva vigencia.
El informe subraya la impotencia del PAN ante la eficacia del Partido Revolucionario Institucional (PRI) –“no se ha podido acotar la operación de la maquinaria priista”– y una especial connivencia del gobernador del Estado de México, Enrique Peña Nieto: “El maridaje Televisa-Peña Nieto es cínico y está impune”.
Agrega: “No supimos inhibir la acción de gobernadores priistas en campaña.
“La actitud del PRI era ganadora y la del PAN no.
“Los gobernadores priistas operan con todo y los funcionarios y delegados federales se cuidaron mucho de no participar con el PAN en el proceso electoral.
“En algunas zonas siempre gana el PRI (vía cualquier partido).
“Se permite que los gobiernos del PRI actúen a su arbitrio y se atribuyan logros del gobierno federal.
“Los gobiernos estatales priistas usaron sus propios medios y también los del gobierno federal para operar a su favor.
“Control del PRI sobre organismos electorales.
“Algunos delegados del gobierno federal han sido cooptados por los gobernadores estatales.
“La ausencia de la Segob en la elección.
“Las concesiones de canales televisivos a los gobiernos estatales operaron para el PRI.
“No denunciamos los excesos de Peña Nieto y la mayor parte de gobernadores priistas.
“Parece que le tenemos miedo a los gobernadores priistas y no hemos asumido la influencia y poder del gobierno federal.
“En algunos estados, se manifiesta la relación PRI-narco.”
Anatomía de la derrota
Parte del fracaso electoral ante el PRI en 2009, según el diagnóstico de la Comisión de Reflexión y Análisis, obedece a errores de los gobiernos del PAN, particularmente los encabezados por Vicente Fox y Felipe Calderón, que han tenido “un exceso de funcionarios priistas”:
“Los gobiernos del PAN no han removido las estructuras clientelares que estableció el PRI, las vacantes en las delegaciones federales no se ocupan con panistas y funcionarios priistas redireccionan recursos hacia sus aliados, en detrimento de los intereses panistas.”
Pero además “el uso del presupuesto federal por parte de gobiernos priistas no es fiscalizado por el gobierno federal”, por lo que “el PRI vive en el mejor de los mundos: recibe y gasta dinero sin responsabilidad o supervisión del gobierno federal”.
Y prosigue: “Los gobiernos del PRI compran, chantajean o extorsionan a los operadores políticos del PAN.
“Las paraestatales y/o las delegaciones otorgan los contratos a empresarios con vínculos priistas.
“Los gobiernos priistas y perredistas están utilizando electoralmente los programas sociales federales para sus propios fines.
“Error en el manejo de recursos en la forma o vehículo en que se bajan a la población: a través de ayuntamientos o ventanillas estatales.”
En contraparte, en el PAN faltó apoyo de funcionarios para ayudar legalmente al partido: “Los ayuntamientos panistas tienen gerentes, no políticos”, “los delegados o secretarios de Estado adulan a los gobernadores y no presumen que los recursos son del gobierno federal”, y “gobernadores panistas se declaran en ocasiones abiertamente en oposición a nuestros candidatos”.
Expone: “No hubo una visión y estrategia conjunta y compartida entre gobierno federal, CEN, gobernadores y legisladores.
“No se aprovechó la fuerza política de los gobernadores a nivel nacional.
“Falta de operación política del CEN en los estados.
“Nuestros operadores están ‘ocupados’ trabajando en el gobierno.
“El presidente del partido apareció solo en el debate y no hubo otros operadores políticos que actuaron de manera estructurada y coordinada.
“Se percibe abandono del CEN y sus dirigentes.
“La operación con gobernadores panistas y de oposición se ha descuidado por parte de la Segob.
“Tibios para implantar programas bondadosos de alto impacto.
“La operación se hizo con ‘dinosaurios’ antidemocráticos, se ganó perdiendo.”
Sin mencionarlos por su nombre, el diagnóstico sobre la derrota en 2009 alude al entonces secretario general adjunto, Jorge Manzanera Quintana, y al secretario de Elecciones, Alejandro Villalobos, socios en la empresa Desarrollo y Operación de Campañas (DOCSA), allegados ambos a Martínez y Calderón.
“(Hubo un) proceso deficiente de planeación, ejecución y seguimiento de las campañas”, la “asignación de fondos para detección, monitoreo y movilización no fue claro y fue insuficiente”, “en ocasiones la parte jurídico-electoral del CEN fue externa y no contaba con la suficiente experiencia” y “el porcentaje de cobertura de casillas fue el más bajo en años”.
Los mensajes de campaña no conectaron con la ciudadanía: “Nuestra agenda fue atacar al PRI recordando su pasado y no pareció interesar al electorado… Se habla de pasado y no de futuro en los mensajes… El CEN se equivocó en priorizar la confrontación con el PRI, la gente ya no quiere pleitos”.
Además, “el mensaje de la seguridad no funcionó”: “El mal manejo del tema de la inseguridad no da votos… Hubo una saturación de spots al elector y una queja por el monto erogado. Nuestro discurso no estuvo dirigido a grupos homogéneos, como jóvenes, mujeres, etc… No sabemos usar los medios en forma creativa”.
Pero siendo un diagnóstico descarnado sobre el PAN, el documento omite un dato clave: La intervención de Calderón en la vida interna del PAN y las imposiciones de Martínez y Nava, así como de numerosas designaciones de candidaturas a diputados federales.
Aunque admite que “se dieron injerencias indebidas de nuestros gobiernos para definir la selección de candidatos”, a ambos los deja a salvo: “El sabotaje dentro del PAN no fue por las designaciones, sino por no respetar la fila”.
Reconoce, sí, que se generó “desánimo y molestia por el proceso de selección de candidatos”, porque hubo “imposición de candidatos plurinominales de fuera del entorno estatal”, “en algunos casos el PAN no postuló a los más aptos para el cargo” y “el CEN designó en algunos casos a buenos candidatos, pero el partido no los acompañó”.
Pero además, “la designación de candidatos fue tardía y no condensada”, “no se definió un perfil mínimo de candidatos, no se formalizaron compromisos a cumplir por los candidatos ni se les proporcionó capacitación”, “el PAN se olvidó de identificar a ciudadanos distinguidos para postularlos como candidatos” y “se descartaron líderes internos en pos de atraer priistas”.
En la campaña, dice el documento, hubo “soberbia electoral que descartó posibles alianzas y generó polarización”, se atizó la “desconfianza de posibles alianzas con otros partidos y negligencia de cooperación con aliados históricos”, y en cambio “se formalizaron amarres con grupos de interés de poco prestigio (IMSS, SNTE)”.
Adiós a la mística
Y es que el diagnóstico aborda, también, un tema que el PAN no ha sabido resolver desde que es gobierno federal y aun desde que, en 1989, ganó su primera gubernatura: la relación partido-gobierno.
En el documento se reconoce que hay una “mala coordinación gobierno-legisladores-partido” y “una percepción de alejamiento entre nuestros funcionarios públicos y la militancia” porque “no hay una definición clara de cómo debe ser esta relación”, y “no hay voluntad para vincular al partido con gobiernos y legisladores de acuerdo a la normatividad existente”.
Expone: “Hay una percepción confusa sobre la relación entre el presidente de la República y el presidente del partido… Con frecuencia hay un enfrentamiento público entre nuestros funcionarios y los dirigentes del partido… No hay una coordinación efectiva entre dirigencias estatales y delegados federales. No hay una visión ni estrategia conjunta y compartida entre gobierno federal, CEN, legisladores y gobernadores panistas”.
Además, “falta de disciplina de gobernantes panistas con respecto a su obligación con el PAN y sus dirigencias”, “hay una percepción de que el gobierno federal panista está peleado con el estatal panista, y los candidatos del gobernador son boicoteados y vetados por el federal”.
El diagnóstico establece que el PAN tiene una “estructura mal diseñada y con deficiente funcionamiento, acompañamiento, supervisión y control”, “deficiente identificación, formación y capacitación de liderazgos que compartan nuestros ideales”, “no existen la afiliación ni la participación voluntaria”, y “el proceso de afiliación tiene como premisas la desconfianza y el control”.
Además, “los conflictos internos no han sido atendidos en tiempo y forma y han crecido”, “se disfrazan, eluden o minimizan los problemas”, hay “ausencia de operación cicatriz” y “existe una relación directa entre conflictos internos y resultados electorales”.
En el PAN hay “impunidad por razones de índole política” (“no hay castigo para militantes y funcionarios que trabajan para el contrario”), algunos “dirigentes trabajan más por su proyecto personal que por el partido”, “se han vuelto excluyentes” y “les molesta que les señales errores u omisiones”.
Además, este partido ya “no tiene líderes emblemáticos que nos representen ante la comunidad, desechamos gente valiosa del PAN, el esquema de remuneración para dirigentes no favorece la atracción de talento y liderazgo, ha dejado a sus viejos liderazgos fuera del juego, existen dirigentes con reputación de infiltrados o cooptados”.
Los panistas, expone el documento, tienen “falta de sensibilidad y voluntad para acercarnos a los segmentos populares o de menores ingresos”, “descalificamos los liderazgos populares”, “no se establecen alianzas bajo la premisa de ser pares y recíprocos, los vemos hacia abajo”, “confundimos sensibilidad social con populismo”, y alerta: “Los grupos más vulnerables son muy sensibles a la soberbia, los prejuicios, la posición social, etc.”.
El diagnóstico advierte que no ha habido un relevo generacional en los operadores políticos que acompañan y ejecutan las acciones de las dirigencias estatales y el CEN: “Hay que formar nuevos generales que puedan pelear en el campo de batalla, no en el cuarto de guerra”.
*Tomado de la revista Proceso.
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