La larga huida de “Tony Tormenta”*
Ricardo Ravelo
Tras seis horas de combates en las calles de Matamoros, Tamaulipas, murió el capo Antonio Ezequiel Cárdenas Guillén, Tony Tormenta, quien encabezaba el cártel del Golfo junto con Eduardo Costilla Sánchez, El Coss.
Desde hacía semanas el Ejército y la Marina le seguían los pasos a Cárdenas y a otros jefes del cártel del Golfo, entre ellos a Gregorio Sauceda Gamboa, Don Goyo, miembros de una generación de capos que hace dos sexenios se encumbraron en el negocio del narcotráfico con el respaldo de políticos y policías de Tamaulipas.
Ezequiel Cárdenas era hermano del narcotraficante Osiel Cárdenas Guillén, detenido en marzo de 2003 y extraditado a Estados Unidos en noviembre de 2007. La caída de Osiel, como ahora se demuestra, no significó la desarticulación del cártel del Golfo, pues el grupo criminal logró reposicionarse hasta extender sus dominios a una veintena de estados.
Luego de la captura de Osiel, Ezequiel tomó el mando de la organización que actualmente opera con la protección de la policía de Tamaulipas y que está enfrentada a otro cártel: Los Zetas, que hace dos años se desligó del grupo criminal que los hizo nacer en 1997.
En su edición 1771 Proceso publicó un amplio retrato de Ezequiel Cárdenas Guillén titulado La cacería, en el que se incluyeron su historia, sus andanzas, las matanzas que perpetró, la protección que recibía y los expedientes que tenía abiertos en cortes federales de Estados Unidos, donde era considerado “una amenaza para la seguridad nacional”.
El nombre de Ezequiel Cárdenas aparece mencionado en el expediente 2009R01080/OCDETF/NYNYE-613; se le señala como un capo violento, sanguinario, que tiene una amplia red de contactos en territorio estadunidense para trasegar la droga del cártel del Golfo.
La DEA lo consideraba uno de los capos más beligerantes del narcotráfico mexicano, del mismo perfil de su hermano Osiel Cárdenas –El Mata Amigos–, quien solía decapitar o enterrar vivas a sus víctimas.
Tan alto era el perfil criminal de Ezequiel Cárdenas que la PGR lo incluyó en la lista de los 26 más buscados: ofrecía 30 millones de pesos para quien aportara información que llevara a su captura.
Huidizo como Osiel, Ezequiel Cárdenas salió airoso de varias balaceras y persecuciones en Tamaulipas, Veracruz y Tabasco, su principal corredor de operaciones. La Marina y el Ejército lo buscaban desde hacía meses, pero de todos los operativos escapaba pues recibía información oportuna de la policía estatal.
El pasado 21 de septiembre varios medios informaron, con base en datos de la PGR, que Ezequiel Cárdenas presuntamente había sido detenido en Matamoros durante un enfrentamiento entre sicarios y militares ocurrido días antes.
Según esas versiones, la tarde del 8 de septiembre hubo un tiroteo de cuatro horas en un inmueble del fraccionamiento Del Río, donde el capo se atrincheró. En la averiguación PGR/TAMPS/MAT-III/2466/2010 se narra que “extraoficialmente se tuvo conocimiento de lo siguiente: que en el interior del inmueble dañado se encontraba Tony Tormenta, a quien no capturaron”.
El escrito incluye testimonios de quienes presenciaron el tiroteo. Los testigos dicen que Ezequiel Cárdenas salió caminando del inmueble y ningún uniformado le impidió el paso.
La tarde del viernes 5 el Ejército y la Marina volvieron a la carga. Cientos de efectivos de ambas corporaciones se desplazaron a Tamaulipas –uno de los estados más violentos del país– para enfrentar al capo y sus sicarios. Una versión extraoficial establece que tanto los militares como los marinos también tienen en la mira a Eduardo Costilla Sánchez, El Coss, a quien se le atribuye la violencia que azota a esa entidad.
Los militares ubicaron a Tony Tormenta mediante la intercepción de sus celulares. Lo rastrearon hasta que, vía satélite, determinaron su posición y hacia ese punto se dirigieron. En una casa donde estaba refugiado comenzó el tiroteo. Otros enfrentamientos a tiros se suscitaron en las calles del centro de Matamoros.
En la casa de Tony Tormenta se desató una intensa balacera. Los sicarios respondieron con igual capacidad de fuego que las fuerzas gubernamentales, a tal grado de que dos marinos murieron en la refriega.
Pero la artillería oficial fue letal. Una ráfaga de balas penetró el cuerpo del narcotraficante nacido el 5 de marzo de 1962.
La caída de Ezequiel Cárdenas Guillén no desarticula al cártel del Golfo, cuyo cuerpo directivo se mantiene incólume, tal como su red de testaferros y lavadores de dinero.
En 2003, tras la captura de Osiel, el entonces secretario de la Defensa, Clemente Vega García, dio a conocer que el cártel del Golfo tenía a su servicio unas 300 personas. Su función: lavar los activos de la organización.
La red de testaferros, entre los que fueron mencionados empresarios de Tamaulipas, sigue siendo investigada por la PGR y la Sedena.
Si bien es un fuerte golpe para el cártel del Golfo –no así para el narcotráfico, que sigue boyante en México– la muerte de Ezequiel Cárdenas no lo desarticula. Su líder, Eduardo Costilla, el hombre más protegido en Tamaulipas, sigue envuelto en la impunidad.
*Tomado de la revista Proceso.
Tras seis horas de combates en las calles de Matamoros, Tamaulipas, murió el capo Antonio Ezequiel Cárdenas Guillén, Tony Tormenta, quien encabezaba el cártel del Golfo junto con Eduardo Costilla Sánchez, El Coss.
Desde hacía semanas el Ejército y la Marina le seguían los pasos a Cárdenas y a otros jefes del cártel del Golfo, entre ellos a Gregorio Sauceda Gamboa, Don Goyo, miembros de una generación de capos que hace dos sexenios se encumbraron en el negocio del narcotráfico con el respaldo de políticos y policías de Tamaulipas.
Ezequiel Cárdenas era hermano del narcotraficante Osiel Cárdenas Guillén, detenido en marzo de 2003 y extraditado a Estados Unidos en noviembre de 2007. La caída de Osiel, como ahora se demuestra, no significó la desarticulación del cártel del Golfo, pues el grupo criminal logró reposicionarse hasta extender sus dominios a una veintena de estados.
Luego de la captura de Osiel, Ezequiel tomó el mando de la organización que actualmente opera con la protección de la policía de Tamaulipas y que está enfrentada a otro cártel: Los Zetas, que hace dos años se desligó del grupo criminal que los hizo nacer en 1997.
En su edición 1771 Proceso publicó un amplio retrato de Ezequiel Cárdenas Guillén titulado La cacería, en el que se incluyeron su historia, sus andanzas, las matanzas que perpetró, la protección que recibía y los expedientes que tenía abiertos en cortes federales de Estados Unidos, donde era considerado “una amenaza para la seguridad nacional”.
El nombre de Ezequiel Cárdenas aparece mencionado en el expediente 2009R01080/OCDETF/NYNYE-613; se le señala como un capo violento, sanguinario, que tiene una amplia red de contactos en territorio estadunidense para trasegar la droga del cártel del Golfo.
La DEA lo consideraba uno de los capos más beligerantes del narcotráfico mexicano, del mismo perfil de su hermano Osiel Cárdenas –El Mata Amigos–, quien solía decapitar o enterrar vivas a sus víctimas.
Tan alto era el perfil criminal de Ezequiel Cárdenas que la PGR lo incluyó en la lista de los 26 más buscados: ofrecía 30 millones de pesos para quien aportara información que llevara a su captura.
Huidizo como Osiel, Ezequiel Cárdenas salió airoso de varias balaceras y persecuciones en Tamaulipas, Veracruz y Tabasco, su principal corredor de operaciones. La Marina y el Ejército lo buscaban desde hacía meses, pero de todos los operativos escapaba pues recibía información oportuna de la policía estatal.
El pasado 21 de septiembre varios medios informaron, con base en datos de la PGR, que Ezequiel Cárdenas presuntamente había sido detenido en Matamoros durante un enfrentamiento entre sicarios y militares ocurrido días antes.
Según esas versiones, la tarde del 8 de septiembre hubo un tiroteo de cuatro horas en un inmueble del fraccionamiento Del Río, donde el capo se atrincheró. En la averiguación PGR/TAMPS/MAT-III/2466/2010 se narra que “extraoficialmente se tuvo conocimiento de lo siguiente: que en el interior del inmueble dañado se encontraba Tony Tormenta, a quien no capturaron”.
El escrito incluye testimonios de quienes presenciaron el tiroteo. Los testigos dicen que Ezequiel Cárdenas salió caminando del inmueble y ningún uniformado le impidió el paso.
La tarde del viernes 5 el Ejército y la Marina volvieron a la carga. Cientos de efectivos de ambas corporaciones se desplazaron a Tamaulipas –uno de los estados más violentos del país– para enfrentar al capo y sus sicarios. Una versión extraoficial establece que tanto los militares como los marinos también tienen en la mira a Eduardo Costilla Sánchez, El Coss, a quien se le atribuye la violencia que azota a esa entidad.
Los militares ubicaron a Tony Tormenta mediante la intercepción de sus celulares. Lo rastrearon hasta que, vía satélite, determinaron su posición y hacia ese punto se dirigieron. En una casa donde estaba refugiado comenzó el tiroteo. Otros enfrentamientos a tiros se suscitaron en las calles del centro de Matamoros.
En la casa de Tony Tormenta se desató una intensa balacera. Los sicarios respondieron con igual capacidad de fuego que las fuerzas gubernamentales, a tal grado de que dos marinos murieron en la refriega.
Pero la artillería oficial fue letal. Una ráfaga de balas penetró el cuerpo del narcotraficante nacido el 5 de marzo de 1962.
La caída de Ezequiel Cárdenas Guillén no desarticula al cártel del Golfo, cuyo cuerpo directivo se mantiene incólume, tal como su red de testaferros y lavadores de dinero.
En 2003, tras la captura de Osiel, el entonces secretario de la Defensa, Clemente Vega García, dio a conocer que el cártel del Golfo tenía a su servicio unas 300 personas. Su función: lavar los activos de la organización.
La red de testaferros, entre los que fueron mencionados empresarios de Tamaulipas, sigue siendo investigada por la PGR y la Sedena.
Si bien es un fuerte golpe para el cártel del Golfo –no así para el narcotráfico, que sigue boyante en México– la muerte de Ezequiel Cárdenas no lo desarticula. Su líder, Eduardo Costilla, el hombre más protegido en Tamaulipas, sigue envuelto en la impunidad.
*Tomado de la revista Proceso.
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