Infierno y arte*
Tomado de La Jornada, Hernández.
Marco Appel
Para una artista plástica mexicana radicada hace dos décadas en Europa, la sangrienta realidad que supone la violencia asociada al crimen organizado en su país entraña una emoción inefable que sólo puede expresarse con arte. Marisa Polin es su nombre, y su obra ha estremecido al público de Holanda, donde reside. En el centro cultural World Art Delft (WAD) presenta una exposición de pinturas que reflejan la violencia extrema que desató la guerra contra el narco en México. “El factor que me llevó a trabajar en este tema –confía a Proceso, en una entrevista para este reporte especial– no fue el crimen ni la crueldad, sino los límites de hasta dónde ha llegado esa falta de moral…”.
DELFT, HOLANDA.- Ejecutados, decapitados, torturados, secuestrados... las referencias al infierno que atizó la guerra de Felipe Calderón contra el narcotráfico son una constante en las 47 obras de la muestra titulada (No) culpable, una de las exposiciones más provocativas que hayan tenido lugar en Holanda con la violencia mexicana como tema.
Las obras son de Marisa Polin, artista mexicana radicada en Holanda, y se presentan desde el 12 de septiembre en el centro cultural World Art Delft (WAD). La muestra concluirá el próximo domingo 17.
Quizá la más inquietante de sus piezas es la imagen de un narcotraficante que sujeta con un brazo el águila del escudo nacional mientras amenaza a alguien con una pistola. El título: La revolución de la narco-independencia, obra en la que la autora se imagina que, de continuar la descomposición del país, de este tipo serán los retratos de nuestros futuros héroes patrios.
Polin nació en México pero desde hace 20 años vive fuera del país. Es esposa del exministro de Finanzas y Economía de Holanda, Hans Hoogervorst. Normalmente hace retratos de la realeza europea y de políticos.
A principios de año expuso la serie Covered (cubierto) en la galería Stevens, en Maastricht, donde exhibió pinturas con el tema del anonimato. Además ha participado en exposiciones colectivas en galerías de La Haya. (No) culpable es su primera serie de creaciones sobre la violencia en México. Todas muestran escenas reales: las tomó de fotografías publicadas por diarios y revistas mexicanos.
Polin ya no pudo integrar a la exposición la pintura de Diego Fernández de Cevallos secuestrado, que tituló El Jefe y en la que el excandidato presidencial panista aparece con los ojos vendados y el torso desnudo, tal como en la fotografía que divulgaron sus captores el 26 de julio pasado. En aquella imagen Fernández de Cevallos sostiene el número 1751 de Proceso, en cuya portada se publica una fotografía de él.
Polin dice a este semanario que planea exponer por primera vez El Jefe –y otras cinco obras de (No) culpable– en noviembre próximo, cuando participe en una exhibición colectiva en la galería Ruimtevaart en La Haya.
Explica que esa fotografía de Diego Fernández le atrajo por su doble carga simbólica: por un lado, la representación de un hombre envejecido e impotente ante su trágica situación, y por otro, la del político arrogante y enérgico que se refleja en Proceso. “Es la imagen de la humillación”, resume la pintora.
Paula Kouwenhoven, fundadora de WAD, comenta a este semanario la obra de Polin:
“Me sorprendió. Es una exposición muy interesante. La gente que la visita me pregunta sobre las técnicas que utiliza, pero también acerca de las cosas que pinta. No son pinturas bonitas. Es una obra muy fuerte y por eso tenemos discusiones muy profundas con quienes la ven. Cuando nos dicen en un periódico que tal persona es delincuente, lo asumimos. Pero eso no es verdad siempre. Con la obra de Polin no podemos hablar sólo de arte”.
El sitio web oficial de la localidad de Delf dice sobre la exposición: “En su serie (No) culpable Polin se refiere a la forma en que en México el crimen es presentado en los periódicos. Hay criminales que son sentenciados antes de que sean juzgados y crímenes que son puestos en escena como si se tratara de una obra de teatro. Marisa Polin busca el corazón del crimen y cómo lo interpretan los actores, culpables o no”.
Violencia
Proceso recorrió la exposición junto con la artista.
“El tema de partida es el hecho de que en México, como sucede en pocos países, tienes que demostrar tu inocencia y no la culpabilidad”, afirma Polin.
La primera pieza data de hace dos años. Precisamente se llama (No) culpable. Es un dibujo de dos encapuchados que llevan de los brazos a una persona de mirada triste, como resignada a su destino.
Polin pasa de un lienzo a otro. Una típica pistola de sicario con la imagen de una virgen incrustada en la cacha (Bendita); un sujeto atado de manos que parece recién arrojado de un automóvil en marcha (Yo no fui); un militar que arresta a un posible narcotraficante que intenta ocultar su identidad (Los carnales).
La pintora platica que un momento clave de su inspiración se dio el año pasado cuando estuvo en México:
“Quería hacer algo sobre el momento en que Cortés ve la Ciudad de México. Pero no pude llevarlo a cabo. Entonces tuve que aceptar que había un tema mucho más importante para mí: lo que estaba viendo en los periódicos. Es una pena, pero en Holanda fue aumentando la frecuencia de las noticias relativas a la guerra del narcotráfico en México. Cuando llegué allá vi que la gente no hablaba de eso, pero los medios sí lo estaban trabajando. Me pregunté, ¿qué está pasando? No pude dejarlo de lado”.
Polin se detiene frente al dibujo titulado Cinta canela que hizo en esa época de incertidumbre en México. Se trata de un ejecutado con los ojos vendados, tendido en el suelo. Hay sangre debajo.
Se acerca a otro lienzo: un hombre visiblemente torturado, obeso, atado de manos y en calzoncillos. Hay una letra Z marcada en el pecho con un objeto punzocortante.
Explica: “Tiene una meta estética. Es una abstracción de lo que está pasando en México. Estoy describiendo un acto muy cruel. Por la forma, te acercas con curiosidad, es bello, económico en línea. Sólo en un segundo o tercer intento te das cuenta de lo que es: y ya no puedes negar lo que ves... Debe estar muerto”.
La pieza mejor lograda, considera la autora, es la de una cabeza que pende: Vay chato, en indudable alusión a los narcomensajes.
“Es gráfico, es fácil, es limpio, es atractivo, es casi un cartel de promoción”, comenta. “Los elementos visuales son muy compactos, tienen colores muy vivos, puros, casi felices y no sabes lo que es al primer acercamiento. Espero que la pintura te diga con un dedo: ‘Ven, ven, veme, veme, veme’”.
Abunda: “El factor que me llevó a trabajar en este tema no fue el crimen ni la crueldad, sino los límites de hasta dónde ha llegado esa falta de moral; no puedo aceptar que un compatriota mío la pueda tener”.
–Es doloroso –se le comenta mientras fija su mirada en el lienzo del decapitado.
–Sí, demasiado. No me explico cómo pueden hacer cosas así. Es muy duro cuando piensas que pudo haberlo hecho alguien que conoces; eso no lo puedo aceptar. La pregunta de fondo es, ¿quién cometió este crimen?: alguien que no tiene educación, que no tiene recursos, que no tiene futuro... Es una gran tristeza, pobre, pobres, ¿en qué mundo tienen que estar para llegar a hacer eso? Tienes que haber perdido toda humanidad. ¿Qué eres después de eso?
Apoyo oficial
Polin asegura que desde hace un año ella misma había negociado con el WAD la exhibición de sus pinturas. Afirma que la embajada de México en Holanda integró a (No) culpable en el folleto de la legación diplomática que difundió actividades culturales correspondientes a septiembre.
En la primera página del folleto se ve el logotipo de la Secretaría de Relaciones Exteriores con el escudo nacional y la leyenda “Embajada de México en los Países Bajos”.
Para el folleto el consejero cultural de esa embajada, José Manuel Springer Franco, escribió la presentación de la obra. En su texto no se menciona la guerra contra el narcotráfico, en cuyas consecuencias se inspira gran parte de la colección, y reproduce la versión calderonista según la cual los periodistas, calificados de “sensacionalistas”, sobredimensionan e incitan a la violencia.
Señala el folleto: “El creciente morbo promovido por los medios de comunicación, se torna contra el espectador, que se hace incapaz de captar la dignidad humana de la víctima. En la prensa, las víctimas se convierten en un número, una estadística, un signo de la violencia. En los dibujos (de Polin), los seres humanos desconocidos se convierten en un símbolo de nuestro actual dilema: al mirar la violencia de manera indiferente, la consentimos y participamos en ella”.
El 15 de septiembre en la fiesta del Bicentenario de la Independencia –en el atrio del ayuntamiento de La Haya– cada uno de los 600 asistentes recibió uno de esos folletos; entre ellos estaban los invitados de honor a la ceremonia oficial mexicana: el alcalde de La Haya, Jozias van Aartsen, y el secretario general del Ministerio de Asuntos Exteriores, Ed Kronenburg.
Para conocer su opinión, Proceso habla con el embajador de México en Holanda, Jorge Lomónaco. El diplomático afirma que la embajada no le dio “ningún apoyo” a Polin, si bien después aceptó que sí se publicitó la exposición “entre la comunidad mexicana”, lo cual, aclara, se hizo a petición de la expositora y no por iniciativa oficial.
Debido a que el 8 de enero último Calderón instruyó a los embajadores a “hablar bien de México” y “difundir lo que verdaderamente pasa en materia de seguridad y derechos humanos”, se le pregunta a Lomónaco si no le preocupa que la exposición del WAD vaya contra la imagen que el gobierno mexicano busca promover. Responde que la obra de Polin sólo expone “actos de violencia en general” y no en México.
Se le comenta que este semanario visitó la exposición y se le describe la pintura titulada Zeta. Lomónaco contesta que en todo caso “ese no es el tema”, ya que, insiste, la embajada se limitó a informar del acto a la comunidad.
El embajador asegura que “no ha habido una sola nota (de la exposición)”, que según él “ha pasado desapercibida” y por lo cual “no ha tenido ningún impacto en Holanda”.
El corresponsal pregunta a Polin si conoce la instrucción presidencial de hablar bien de México en el extranjero. “Pues a mí también me gustaría hablar bien de mi país”, contesta.
Para una artista plástica mexicana radicada hace dos décadas en Europa, la sangrienta realidad que supone la violencia asociada al crimen organizado en su país entraña una emoción inefable que sólo puede expresarse con arte. Marisa Polin es su nombre, y su obra ha estremecido al público de Holanda, donde reside. En el centro cultural World Art Delft (WAD) presenta una exposición de pinturas que reflejan la violencia extrema que desató la guerra contra el narco en México. “El factor que me llevó a trabajar en este tema –confía a Proceso, en una entrevista para este reporte especial– no fue el crimen ni la crueldad, sino los límites de hasta dónde ha llegado esa falta de moral…”.
DELFT, HOLANDA.- Ejecutados, decapitados, torturados, secuestrados... las referencias al infierno que atizó la guerra de Felipe Calderón contra el narcotráfico son una constante en las 47 obras de la muestra titulada (No) culpable, una de las exposiciones más provocativas que hayan tenido lugar en Holanda con la violencia mexicana como tema.
Las obras son de Marisa Polin, artista mexicana radicada en Holanda, y se presentan desde el 12 de septiembre en el centro cultural World Art Delft (WAD). La muestra concluirá el próximo domingo 17.
Quizá la más inquietante de sus piezas es la imagen de un narcotraficante que sujeta con un brazo el águila del escudo nacional mientras amenaza a alguien con una pistola. El título: La revolución de la narco-independencia, obra en la que la autora se imagina que, de continuar la descomposición del país, de este tipo serán los retratos de nuestros futuros héroes patrios.
Polin nació en México pero desde hace 20 años vive fuera del país. Es esposa del exministro de Finanzas y Economía de Holanda, Hans Hoogervorst. Normalmente hace retratos de la realeza europea y de políticos.
A principios de año expuso la serie Covered (cubierto) en la galería Stevens, en Maastricht, donde exhibió pinturas con el tema del anonimato. Además ha participado en exposiciones colectivas en galerías de La Haya. (No) culpable es su primera serie de creaciones sobre la violencia en México. Todas muestran escenas reales: las tomó de fotografías publicadas por diarios y revistas mexicanos.
Polin ya no pudo integrar a la exposición la pintura de Diego Fernández de Cevallos secuestrado, que tituló El Jefe y en la que el excandidato presidencial panista aparece con los ojos vendados y el torso desnudo, tal como en la fotografía que divulgaron sus captores el 26 de julio pasado. En aquella imagen Fernández de Cevallos sostiene el número 1751 de Proceso, en cuya portada se publica una fotografía de él.
Polin dice a este semanario que planea exponer por primera vez El Jefe –y otras cinco obras de (No) culpable– en noviembre próximo, cuando participe en una exhibición colectiva en la galería Ruimtevaart en La Haya.
Explica que esa fotografía de Diego Fernández le atrajo por su doble carga simbólica: por un lado, la representación de un hombre envejecido e impotente ante su trágica situación, y por otro, la del político arrogante y enérgico que se refleja en Proceso. “Es la imagen de la humillación”, resume la pintora.
Paula Kouwenhoven, fundadora de WAD, comenta a este semanario la obra de Polin:
“Me sorprendió. Es una exposición muy interesante. La gente que la visita me pregunta sobre las técnicas que utiliza, pero también acerca de las cosas que pinta. No son pinturas bonitas. Es una obra muy fuerte y por eso tenemos discusiones muy profundas con quienes la ven. Cuando nos dicen en un periódico que tal persona es delincuente, lo asumimos. Pero eso no es verdad siempre. Con la obra de Polin no podemos hablar sólo de arte”.
El sitio web oficial de la localidad de Delf dice sobre la exposición: “En su serie (No) culpable Polin se refiere a la forma en que en México el crimen es presentado en los periódicos. Hay criminales que son sentenciados antes de que sean juzgados y crímenes que son puestos en escena como si se tratara de una obra de teatro. Marisa Polin busca el corazón del crimen y cómo lo interpretan los actores, culpables o no”.
Violencia
Proceso recorrió la exposición junto con la artista.
“El tema de partida es el hecho de que en México, como sucede en pocos países, tienes que demostrar tu inocencia y no la culpabilidad”, afirma Polin.
La primera pieza data de hace dos años. Precisamente se llama (No) culpable. Es un dibujo de dos encapuchados que llevan de los brazos a una persona de mirada triste, como resignada a su destino.
Polin pasa de un lienzo a otro. Una típica pistola de sicario con la imagen de una virgen incrustada en la cacha (Bendita); un sujeto atado de manos que parece recién arrojado de un automóvil en marcha (Yo no fui); un militar que arresta a un posible narcotraficante que intenta ocultar su identidad (Los carnales).
La pintora platica que un momento clave de su inspiración se dio el año pasado cuando estuvo en México:
“Quería hacer algo sobre el momento en que Cortés ve la Ciudad de México. Pero no pude llevarlo a cabo. Entonces tuve que aceptar que había un tema mucho más importante para mí: lo que estaba viendo en los periódicos. Es una pena, pero en Holanda fue aumentando la frecuencia de las noticias relativas a la guerra del narcotráfico en México. Cuando llegué allá vi que la gente no hablaba de eso, pero los medios sí lo estaban trabajando. Me pregunté, ¿qué está pasando? No pude dejarlo de lado”.
Polin se detiene frente al dibujo titulado Cinta canela que hizo en esa época de incertidumbre en México. Se trata de un ejecutado con los ojos vendados, tendido en el suelo. Hay sangre debajo.
Se acerca a otro lienzo: un hombre visiblemente torturado, obeso, atado de manos y en calzoncillos. Hay una letra Z marcada en el pecho con un objeto punzocortante.
Explica: “Tiene una meta estética. Es una abstracción de lo que está pasando en México. Estoy describiendo un acto muy cruel. Por la forma, te acercas con curiosidad, es bello, económico en línea. Sólo en un segundo o tercer intento te das cuenta de lo que es: y ya no puedes negar lo que ves... Debe estar muerto”.
La pieza mejor lograda, considera la autora, es la de una cabeza que pende: Vay chato, en indudable alusión a los narcomensajes.
“Es gráfico, es fácil, es limpio, es atractivo, es casi un cartel de promoción”, comenta. “Los elementos visuales son muy compactos, tienen colores muy vivos, puros, casi felices y no sabes lo que es al primer acercamiento. Espero que la pintura te diga con un dedo: ‘Ven, ven, veme, veme, veme’”.
Abunda: “El factor que me llevó a trabajar en este tema no fue el crimen ni la crueldad, sino los límites de hasta dónde ha llegado esa falta de moral; no puedo aceptar que un compatriota mío la pueda tener”.
–Es doloroso –se le comenta mientras fija su mirada en el lienzo del decapitado.
–Sí, demasiado. No me explico cómo pueden hacer cosas así. Es muy duro cuando piensas que pudo haberlo hecho alguien que conoces; eso no lo puedo aceptar. La pregunta de fondo es, ¿quién cometió este crimen?: alguien que no tiene educación, que no tiene recursos, que no tiene futuro... Es una gran tristeza, pobre, pobres, ¿en qué mundo tienen que estar para llegar a hacer eso? Tienes que haber perdido toda humanidad. ¿Qué eres después de eso?
Apoyo oficial
Polin asegura que desde hace un año ella misma había negociado con el WAD la exhibición de sus pinturas. Afirma que la embajada de México en Holanda integró a (No) culpable en el folleto de la legación diplomática que difundió actividades culturales correspondientes a septiembre.
En la primera página del folleto se ve el logotipo de la Secretaría de Relaciones Exteriores con el escudo nacional y la leyenda “Embajada de México en los Países Bajos”.
Para el folleto el consejero cultural de esa embajada, José Manuel Springer Franco, escribió la presentación de la obra. En su texto no se menciona la guerra contra el narcotráfico, en cuyas consecuencias se inspira gran parte de la colección, y reproduce la versión calderonista según la cual los periodistas, calificados de “sensacionalistas”, sobredimensionan e incitan a la violencia.
Señala el folleto: “El creciente morbo promovido por los medios de comunicación, se torna contra el espectador, que se hace incapaz de captar la dignidad humana de la víctima. En la prensa, las víctimas se convierten en un número, una estadística, un signo de la violencia. En los dibujos (de Polin), los seres humanos desconocidos se convierten en un símbolo de nuestro actual dilema: al mirar la violencia de manera indiferente, la consentimos y participamos en ella”.
El 15 de septiembre en la fiesta del Bicentenario de la Independencia –en el atrio del ayuntamiento de La Haya– cada uno de los 600 asistentes recibió uno de esos folletos; entre ellos estaban los invitados de honor a la ceremonia oficial mexicana: el alcalde de La Haya, Jozias van Aartsen, y el secretario general del Ministerio de Asuntos Exteriores, Ed Kronenburg.
Para conocer su opinión, Proceso habla con el embajador de México en Holanda, Jorge Lomónaco. El diplomático afirma que la embajada no le dio “ningún apoyo” a Polin, si bien después aceptó que sí se publicitó la exposición “entre la comunidad mexicana”, lo cual, aclara, se hizo a petición de la expositora y no por iniciativa oficial.
Debido a que el 8 de enero último Calderón instruyó a los embajadores a “hablar bien de México” y “difundir lo que verdaderamente pasa en materia de seguridad y derechos humanos”, se le pregunta a Lomónaco si no le preocupa que la exposición del WAD vaya contra la imagen que el gobierno mexicano busca promover. Responde que la obra de Polin sólo expone “actos de violencia en general” y no en México.
Se le comenta que este semanario visitó la exposición y se le describe la pintura titulada Zeta. Lomónaco contesta que en todo caso “ese no es el tema”, ya que, insiste, la embajada se limitó a informar del acto a la comunidad.
El embajador asegura que “no ha habido una sola nota (de la exposición)”, que según él “ha pasado desapercibida” y por lo cual “no ha tenido ningún impacto en Holanda”.
El corresponsal pregunta a Polin si conoce la instrucción presidencial de hablar bien de México en el extranjero. “Pues a mí también me gustaría hablar bien de mi país”, contesta.
*Tomado de la revista Proceso.
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