La cacería*
Tomado de La Jornada, Hernández.
Alberto Osorio M., Gloria Reza y Felipe Cobián R.
Documentado por Proceso en su edición de hace dos semanas (número 1759), el vertiginoso ascenso de Nacho Coronel en la estructura del cártel de Sinaloa, que lidera El Chapo Guzmán, fue parado en seco por las balas del Ejército. Pero las acciones del gobierno federal fueron más allá... acabaron también con la vida de Mario Carrasco Coronel, sobrino del capo y quien, según la Secretaría de la Defensa, se aprestaba a suceder a su poderoso tío en el negocio de las drogas. Nacho Coronel había conseguido vivir y operar durante años en Jalisco, territorio panista, y lo hizo en plena libertad, integrado a la alta sociedad zapopana en particular y jalisciense en general, y sin ser molestado ni por autoridades estatales ni por las federales.
GUADALAJARA, JAL.- Aparentememte protegido en las altas esferas de la política Ignacio Nacho Coronel Villarreal, tercero en la jerarquía del cártel del Pacífico –después de Joaquín El Chapo Guzmán e Ismael El Mayo Zambada, a quienes habría desafiado– durante años vivió aquí a sus anchas y traficó sin tropiezos... hasta que el gobierno lo eliminó.
Un día después de la caída del capo, efectivos del Ejército mataron en otro tiroteo a Mario Carrasco Coronel, El Gallo, sobrino y presunto sucesor de Nacho Coronel al frente de la célula del cártel de Sinaloa en Jalisco.
El capo cayó el jueves 29 pasadas las 12:40 horas. Ataviado con ropa deportiva, Nacho Coronel recibía un masaje antiestrés de una terapeuta –se afirma que estaba deprimido desde el levantón de su hijo Alejandro en abril pasado– cuando un grupo de élite del Ejército lo sorprendió en su casa de Paseos de los Parques 3435 en Colinas de San Javier. Y lo acribilló.
La versión de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) –que es la única que se conoce; el acceso a la datos sobre el operativo ha sido restringido– asegura que la localización del capo se debió a una labor de inteligencia militar de varios meses. Se informó, asimismo, que Coronel opuso resistencia a la aprehensión, disparó su pistola y mató a un soldado –el que encabezaba el asalto– e hirió a otro.
Versiones extraoficiales atribuyen su eliminación al creciente poder que Coronel adquiría “desde la sombra”, como reveló este semanario, lo que pudo hacer creer a sus superiores que su propio liderazgo estaba en entredicho.
En el mismo lugar en el que murió el capo fue capturado ileso Francisco Quiñones Gastélum, guardia personal del también llamado Rey del Cristal; asimismo fue detenida la terapeuta-masajista, cuyo nombre se desconoce.
Pero el operativo no acabó ahí, se extendió un poco más: a tres cuadras, en la misma calle de Paseos de los Parques en su cruce con Paseos del Acantilado, habrían detenido a una de las parejas de El Chapo y a dos de sus hijos. Trascendió, además, la detención de cuatro pistoleros cuyos nombres no han sido revelados por la Sedena.
Se supo asimismo que Guzmán Loera más de una vez se habría refugiado en alguna de estas casas y otras que poseía Nacho Coronel en esta colonia, compartida entre Guadalajara y Zapopan, que es la más exclusiva de la capital tapatía. Está vigilada día y noche. Tiene una policía pagada por los colonos y cámaras de video que funcionan día y noche en todos los cruceros. Una de esas cámaras está a 30 metros de la primera finca.
Aquí se asientan ricos de abolengo y empresarios exitosos como los Leaño, los Álvarez del Castillo, los Arroyo Chávez, los De la Torre y algunos de los políticos más acaudalados, como el panista Daniel Ituarte, exalcalde de Zapopan, y el exgobernador priista Flavio Romero de Velasco. También, al menos durante un tiempo, vivió y tuvo su casa de campaña en dicho fraccionamiento el primer gobernador panista de Jalisco y actual senador Alberto Cárdenas Jiménez.
Pero en Colinas de San Javier, igual que en Puerta de Hierro y otras colonias aledañas de clase alta, “también hay familias de narcos y todo mundo lo sabe en Guadalajara, menos las autoridades”, aseguran vecinos de la zona residencial.
Después del operativo que terminó alrededor de las cinco de la tarde Felipe Calderón llegó a Guadalajara en medio del más impresionante dispositivo de seguridad visto aquí hasta ahora. Acudió a dos actos: la entrega de la medalla al Mérito Industrial 2010 en la Expo Guadalajara y a la inauguración el estadio de las Chivas del Guadalajara.
El asalto
Según los vecinos el ataque a la finca del capo empezó luego de que francotiradores se apostaron en las azoteas de varias casas aledañas e inmediatamente después de que se provocó un apagón: un transformador estalló presumiblemente por el choque intencional de uno de los vehículos que llevó el Ejército. Otros testigos sostienen que fue un bazucazo el que dejó sin energía la zona, al tiempo que desde una terminal cercana era desconectado el servicio telefónico.
Pasados unos instantes se escucharon varias detonaciones en la primera residencia. Poco después empezaron los vuelos rasantes de tres helicópteros de la Fuerza Aérea que, según testigos, habían sido llevados con mucha antelación (al menos dos de ellos) en plataformas especiales hasta un lote en las inmediaciones, en la calle Circuito Madrigal. Ambos aparatos permanecieron ocultos varios días.
Antes de que diera comienzo el operativo fueron bloqueadas la avenida Acueducto y calles adyacentes; se impidió la circulación vehicular hasta a los residentes del área de las 12:40 horas hasta pasadas las cinco de la tarde.
El menor movimiento en ventanas, puertas y portones o el ruido de algún motor hacía que los solados –participaron de 150 a 200– apuntaran nerviosos sus armas, narraron testigos.
Del enfrentamiento que tuvo lugar en la residencia del capo no hay más información que los boletines de la Sedena.
No fue sino alrededor de las seis de la mañana del pasado día 30 cuando llegaron los agentes del Ministerio Público adscritos al Servicio Médico Forense; una hora y media después sacaron los dos cadáveres –el de Coronel y el del soldado– en medio de un fuerte dispositivo de seguridad para llevarlos a las instalaciones del Semefo, en el centro de Guadalajara. Hasta el cierre de esta edición no se había emitido ningún informe sobre las autopsias.
No obstante, El Universal publicó en su sitio de internet que el capo tenía dos heridas de bala, una en el pecho a la altura del corazón y otra en el cuello. Reforma, por su parte, mencionó el pasado viernes que el cuerpo tenía 16 disparos.
En todo ese tiempo ni por asomo se vieron, cerca ni lejos, patrullas de la Policía Preventiva estatal o algún agente de la Secretaría de Seguridad Pública estatal, a la que habría tomado por sorpresa el operativo, al igual que a las policías municipales de Guadalajara y Zapopan.
Protección
Contra su costumbre, el gobernador Emilio González Márquez –quien la noche del jueves, durante la cena con Calderón y Jorge Vergara en el estadio de Chivas mostró un gesto adusto– no ha emitido pronunciamiento alguno sobre la muerte de Coronel Villarreal. Sólo durante la entrega de la presea al Mérito Industrial en la Expo Guadalajara hizo referencia a la inseguridad al puntualizar que “en este tiempo de aguas bravas (todavía había confusión sobre el operativo que terminó con Nacho Coronel) en Jalisco no evadimos la responsabilidad y no argumentamos que esos problemas son de la Federación”.
Al día siguiente, viernes 30, no hubo un sólo pronunciamiento o comunicado al respecto. Como si nada hubiera ocurrido. Tampoco aparecieron en escena el secretario general de Gobierno Fernando Guzmán Pérez Peláez, ni Luis Carlos Nájera Gutiérrez de Velasco, secretario estatal de Seguridad Pública.
Dante Haro Reyes, doctor en derecho y experto en el tema de seguridad pública, cuestiona al gobierno de Jalisco: “Si tuvo que venir el Ejército después de tanto tiempo de búsqueda para ubicar e intentar hacer la aprehensión, quiere decir que las autoridades locales son ineficientes o están coludidas”.
Considera que el hecho de que no se haya pedido la participación del gobierno estatal o de las autoridades municipales para el operativo contra Nacho Coronel puede interpretarse como un elemento claro de desconfianza hacia las autoridades locales.
Entrevistado por Proceso, Dante Haro asegura que es extraño que a 24 horas de los acontecimientos nadie en el gobierno de Jalisco haya dado una versión de los hechos. “No salió ni el secretario de Seguridad Pública ni el secretario general de Gobierno a ofrecer una narración de los acontecimientos, de un hecho que no sólo tiene repercusión nacional sino internacional por la figura de la que se trata”.
A mediados de mayo pasado en Jalisco se publicó información en el sentido de que Nacho Coronel había sido capturado en El Molino, municipio de Ixtlahuacán de los Membrillos, por 90 policías, 60 marinos y 30 agentes de la Subprocuraduría de Investigación Especializada en Delincuencia Organizada (SIEDO).
El mismo Guzmán Pérez Peláez reconoció que hubo “detenciones importantes entre el jueves 13 y el viernes 14 y aclaró al diario local Público que no podía confirmar ni descartar la presunta aprehensión de Coronel (Proceso 1752 y 1759).
En septiembre de 2008 dos policías, que afirmaron representar a un centenar de efectivos municipales y estatales, entregaron a este semanario la copia de una carta que enviaron a la Presidencia de la República en la que denuncian que el titular de Seguridad Pública de Jalisco, Luis Carlos Nájera Gutiérrez, y sus principales colaboradores estaban relacionados con la delincuencia organizada.
En el escrito afirman que el funcionario asistió a una fiesta en San Juan de Ocotán, Zapopan, acompañado de los directores de las policías Estatal y Preventiva, Alejandro Solorio Aréchiga y Fernando Andrade Vicencio, respectivamente. Ahí –afirma el escrito– los funcionarios se reunieron con capos como Juan José Esparragoza, El Azul, El Matriz y Nacho Coronel.
Nájera desmintió tales versiones y aseguró: “Nunca he asistido a ninguna fiesta donde me haya reunido con personajes de la delincuencia organizada o con emisarios de los mismos y rechazo la presunción de que yo acordé con ellos o con integrantes de algún cártel recibir dinero, ni en lo personal ni a través de interpósita persona, a cambio de hacer algún favor en beneficio de sus operaciones ilícitas”. (Proceso 1665 y 1666).
El presidente de la Comisión de Justicia de la LIX Legislatura local, Luis Córdova Díaz pidió que se investigara la posible protección a Nacho Coronel en Jalisco: “Sabemos, por lo que manejan los medios, por lo que muchas ocasiones las mismas autoridades civiles y militares manifiestan, que tienen plazas y que tienen cotos y que tienen formas de operar y si ésta es una situación que generó complicidad y que tiene infiltrada alguna secretaría o alguna procuraduría o alguna delegación pues se tiene que actuar contundentemente”.
La guerra que viene
Se teme que con la muerte de Nacho Coronel –“quien amplió su abanico de actividades en los últimos años; hoy, además de cocaína, trafica con metanfetaminas y cuenta con decenas de laboratorios clandestinos a lo largo del territorio nacional, lo que le permite controlar más de 50% de la producción de drogas sintéticas, según la DEA”, escribió el reportero Ricardo Ravelo hace dos semanas (Proceso 1759)– se desate una guerra por el liderazgo que deja vacante.
Dante Haro Reyes señala que “en la lucha entre los grupos del crimen organizado se observa un rompimiento del equilibrio” que representaba la figura de Nacho Coronel, por lo que esa guerra podría darse entre los integrantes del mismo cártel del Pacífico para ostentar el poder que aquél representaba, pero también pueden darse enfrentamientos con otros grupos que buscarán apropiarse de esta plaza.
Por otra parte señala que es un secreto a voces que los lugares que habitan los grandes capos, como Colinas de San Javier, Puerta de Hierro y Valle Real, son fraccionamientos de gran lujo y ellos pueden pagarlo. Eso significa que un empresario que se dedica a negocios lícitos puede convivir sin problemas con esas personas. “Esa es la parte de la base social que ellos logran permear”.
Sostiene que los delincuentes consiguen interactuar con empresarios o políticos gracias su inserción en determinado tejido social, como sucedía en el caso de Nacho Coronel.
Luego de la muerte de Nacho Coronel se esperan reacomodos en el manejo financiero y de protección política cuya dimensión aún no se conoce, pero que esos movimientos, a su juicio, se traducirán en nuevos enfrentamientos.
El riesgo mayor podría venir por parte del cártel del Golfo o de Los Zetas, quienes en distintos momentos han incursionado en Jalisco desde la región norte hasta llegar Puerto Vallarta, donde ya se han enfrentado con el cártel del Pacífico o de Sinaloa.
El director de la Policía Municipal de Guadalajara, Servando Sepúlveda Enríquez, informó que tras la muerte del capo sostuvo una reunión con el presidente municipal de Guadalajara, Jorge Aristóteles Sandoval, para prevenir actos violentos.
El cerco se cerraba
El ocaso o calvario de Coronel Villarreal, hombre taimado, calculador y de apariencia más cercana a la de un ejecutivo, empezó el primer trimestre del año pasado cuando un sobrino suyo, José Ángel Carrasco Coronel, El Changel, fue detenido en Tlajomulco de Zúñiga; aunque este hombre fue remitido por la Procuraduría estatal a la delegación de la PGR junto con otros detenidos, después se supo que estaba libre porque nunca llegó a tal dependencia.
En enero de este año fueron capturados otros parientes de Nacho: Ernesto Coronel Peña, Juan Jaime Coronel y Juan Ernesto Coronel Herrera y pocos días después, el 18 del mismo mes, fueron capturados en la región de Chapala varios individuos, entre ellos el operador de zona de Coronel, Gael Carbel Aldana quien fue remitido al cefereso de Matamoros, Tamaulipas.
Más recientemente, el 3 de abril, fue levantado en Bahía de Banderas, Nayarit, el hijo del capo, Alejandro Coronel de sólo 16 años. Nunca apareció. Tres días después, en Tepic, más de 100 hombres armados levantaron a una docena de personas que a poco aparecieron muertas en San José de Castilla, municipio de Jalisco, Nayarit. Diez calcinados y cuatro cuerpos más con el tiro de gracia. Fue la venganza, según la policía.
Finalmente, un día después de la muerte de Nacho Coronel su sobrino Mario Carrasco Coronel, El Gallo, fue abatido por los militares en un enfrentamiento ocurrido en Rinconada de Los Novelistas, en el poniente de la ciudad. De acuerdo con versiones de la Sedena El Gallo “de acuerdo al lugar que ocupaba en la estructura de la organización delictiva, era uno de los posibles sucesores de Nacho Coronel”, dice un comunicado de prensa emitido el pasado viernes 30.
Documentado por Proceso en su edición de hace dos semanas (número 1759), el vertiginoso ascenso de Nacho Coronel en la estructura del cártel de Sinaloa, que lidera El Chapo Guzmán, fue parado en seco por las balas del Ejército. Pero las acciones del gobierno federal fueron más allá... acabaron también con la vida de Mario Carrasco Coronel, sobrino del capo y quien, según la Secretaría de la Defensa, se aprestaba a suceder a su poderoso tío en el negocio de las drogas. Nacho Coronel había conseguido vivir y operar durante años en Jalisco, territorio panista, y lo hizo en plena libertad, integrado a la alta sociedad zapopana en particular y jalisciense en general, y sin ser molestado ni por autoridades estatales ni por las federales.
GUADALAJARA, JAL.- Aparentememte protegido en las altas esferas de la política Ignacio Nacho Coronel Villarreal, tercero en la jerarquía del cártel del Pacífico –después de Joaquín El Chapo Guzmán e Ismael El Mayo Zambada, a quienes habría desafiado– durante años vivió aquí a sus anchas y traficó sin tropiezos... hasta que el gobierno lo eliminó.
Un día después de la caída del capo, efectivos del Ejército mataron en otro tiroteo a Mario Carrasco Coronel, El Gallo, sobrino y presunto sucesor de Nacho Coronel al frente de la célula del cártel de Sinaloa en Jalisco.
El capo cayó el jueves 29 pasadas las 12:40 horas. Ataviado con ropa deportiva, Nacho Coronel recibía un masaje antiestrés de una terapeuta –se afirma que estaba deprimido desde el levantón de su hijo Alejandro en abril pasado– cuando un grupo de élite del Ejército lo sorprendió en su casa de Paseos de los Parques 3435 en Colinas de San Javier. Y lo acribilló.
La versión de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) –que es la única que se conoce; el acceso a la datos sobre el operativo ha sido restringido– asegura que la localización del capo se debió a una labor de inteligencia militar de varios meses. Se informó, asimismo, que Coronel opuso resistencia a la aprehensión, disparó su pistola y mató a un soldado –el que encabezaba el asalto– e hirió a otro.
Versiones extraoficiales atribuyen su eliminación al creciente poder que Coronel adquiría “desde la sombra”, como reveló este semanario, lo que pudo hacer creer a sus superiores que su propio liderazgo estaba en entredicho.
En el mismo lugar en el que murió el capo fue capturado ileso Francisco Quiñones Gastélum, guardia personal del también llamado Rey del Cristal; asimismo fue detenida la terapeuta-masajista, cuyo nombre se desconoce.
Pero el operativo no acabó ahí, se extendió un poco más: a tres cuadras, en la misma calle de Paseos de los Parques en su cruce con Paseos del Acantilado, habrían detenido a una de las parejas de El Chapo y a dos de sus hijos. Trascendió, además, la detención de cuatro pistoleros cuyos nombres no han sido revelados por la Sedena.
Se supo asimismo que Guzmán Loera más de una vez se habría refugiado en alguna de estas casas y otras que poseía Nacho Coronel en esta colonia, compartida entre Guadalajara y Zapopan, que es la más exclusiva de la capital tapatía. Está vigilada día y noche. Tiene una policía pagada por los colonos y cámaras de video que funcionan día y noche en todos los cruceros. Una de esas cámaras está a 30 metros de la primera finca.
Aquí se asientan ricos de abolengo y empresarios exitosos como los Leaño, los Álvarez del Castillo, los Arroyo Chávez, los De la Torre y algunos de los políticos más acaudalados, como el panista Daniel Ituarte, exalcalde de Zapopan, y el exgobernador priista Flavio Romero de Velasco. También, al menos durante un tiempo, vivió y tuvo su casa de campaña en dicho fraccionamiento el primer gobernador panista de Jalisco y actual senador Alberto Cárdenas Jiménez.
Pero en Colinas de San Javier, igual que en Puerta de Hierro y otras colonias aledañas de clase alta, “también hay familias de narcos y todo mundo lo sabe en Guadalajara, menos las autoridades”, aseguran vecinos de la zona residencial.
Después del operativo que terminó alrededor de las cinco de la tarde Felipe Calderón llegó a Guadalajara en medio del más impresionante dispositivo de seguridad visto aquí hasta ahora. Acudió a dos actos: la entrega de la medalla al Mérito Industrial 2010 en la Expo Guadalajara y a la inauguración el estadio de las Chivas del Guadalajara.
El asalto
Según los vecinos el ataque a la finca del capo empezó luego de que francotiradores se apostaron en las azoteas de varias casas aledañas e inmediatamente después de que se provocó un apagón: un transformador estalló presumiblemente por el choque intencional de uno de los vehículos que llevó el Ejército. Otros testigos sostienen que fue un bazucazo el que dejó sin energía la zona, al tiempo que desde una terminal cercana era desconectado el servicio telefónico.
Pasados unos instantes se escucharon varias detonaciones en la primera residencia. Poco después empezaron los vuelos rasantes de tres helicópteros de la Fuerza Aérea que, según testigos, habían sido llevados con mucha antelación (al menos dos de ellos) en plataformas especiales hasta un lote en las inmediaciones, en la calle Circuito Madrigal. Ambos aparatos permanecieron ocultos varios días.
Antes de que diera comienzo el operativo fueron bloqueadas la avenida Acueducto y calles adyacentes; se impidió la circulación vehicular hasta a los residentes del área de las 12:40 horas hasta pasadas las cinco de la tarde.
El menor movimiento en ventanas, puertas y portones o el ruido de algún motor hacía que los solados –participaron de 150 a 200– apuntaran nerviosos sus armas, narraron testigos.
Del enfrentamiento que tuvo lugar en la residencia del capo no hay más información que los boletines de la Sedena.
No fue sino alrededor de las seis de la mañana del pasado día 30 cuando llegaron los agentes del Ministerio Público adscritos al Servicio Médico Forense; una hora y media después sacaron los dos cadáveres –el de Coronel y el del soldado– en medio de un fuerte dispositivo de seguridad para llevarlos a las instalaciones del Semefo, en el centro de Guadalajara. Hasta el cierre de esta edición no se había emitido ningún informe sobre las autopsias.
No obstante, El Universal publicó en su sitio de internet que el capo tenía dos heridas de bala, una en el pecho a la altura del corazón y otra en el cuello. Reforma, por su parte, mencionó el pasado viernes que el cuerpo tenía 16 disparos.
En todo ese tiempo ni por asomo se vieron, cerca ni lejos, patrullas de la Policía Preventiva estatal o algún agente de la Secretaría de Seguridad Pública estatal, a la que habría tomado por sorpresa el operativo, al igual que a las policías municipales de Guadalajara y Zapopan.
Protección
Contra su costumbre, el gobernador Emilio González Márquez –quien la noche del jueves, durante la cena con Calderón y Jorge Vergara en el estadio de Chivas mostró un gesto adusto– no ha emitido pronunciamiento alguno sobre la muerte de Coronel Villarreal. Sólo durante la entrega de la presea al Mérito Industrial en la Expo Guadalajara hizo referencia a la inseguridad al puntualizar que “en este tiempo de aguas bravas (todavía había confusión sobre el operativo que terminó con Nacho Coronel) en Jalisco no evadimos la responsabilidad y no argumentamos que esos problemas son de la Federación”.
Al día siguiente, viernes 30, no hubo un sólo pronunciamiento o comunicado al respecto. Como si nada hubiera ocurrido. Tampoco aparecieron en escena el secretario general de Gobierno Fernando Guzmán Pérez Peláez, ni Luis Carlos Nájera Gutiérrez de Velasco, secretario estatal de Seguridad Pública.
Dante Haro Reyes, doctor en derecho y experto en el tema de seguridad pública, cuestiona al gobierno de Jalisco: “Si tuvo que venir el Ejército después de tanto tiempo de búsqueda para ubicar e intentar hacer la aprehensión, quiere decir que las autoridades locales son ineficientes o están coludidas”.
Considera que el hecho de que no se haya pedido la participación del gobierno estatal o de las autoridades municipales para el operativo contra Nacho Coronel puede interpretarse como un elemento claro de desconfianza hacia las autoridades locales.
Entrevistado por Proceso, Dante Haro asegura que es extraño que a 24 horas de los acontecimientos nadie en el gobierno de Jalisco haya dado una versión de los hechos. “No salió ni el secretario de Seguridad Pública ni el secretario general de Gobierno a ofrecer una narración de los acontecimientos, de un hecho que no sólo tiene repercusión nacional sino internacional por la figura de la que se trata”.
A mediados de mayo pasado en Jalisco se publicó información en el sentido de que Nacho Coronel había sido capturado en El Molino, municipio de Ixtlahuacán de los Membrillos, por 90 policías, 60 marinos y 30 agentes de la Subprocuraduría de Investigación Especializada en Delincuencia Organizada (SIEDO).
El mismo Guzmán Pérez Peláez reconoció que hubo “detenciones importantes entre el jueves 13 y el viernes 14 y aclaró al diario local Público que no podía confirmar ni descartar la presunta aprehensión de Coronel (Proceso 1752 y 1759).
En septiembre de 2008 dos policías, que afirmaron representar a un centenar de efectivos municipales y estatales, entregaron a este semanario la copia de una carta que enviaron a la Presidencia de la República en la que denuncian que el titular de Seguridad Pública de Jalisco, Luis Carlos Nájera Gutiérrez, y sus principales colaboradores estaban relacionados con la delincuencia organizada.
En el escrito afirman que el funcionario asistió a una fiesta en San Juan de Ocotán, Zapopan, acompañado de los directores de las policías Estatal y Preventiva, Alejandro Solorio Aréchiga y Fernando Andrade Vicencio, respectivamente. Ahí –afirma el escrito– los funcionarios se reunieron con capos como Juan José Esparragoza, El Azul, El Matriz y Nacho Coronel.
Nájera desmintió tales versiones y aseguró: “Nunca he asistido a ninguna fiesta donde me haya reunido con personajes de la delincuencia organizada o con emisarios de los mismos y rechazo la presunción de que yo acordé con ellos o con integrantes de algún cártel recibir dinero, ni en lo personal ni a través de interpósita persona, a cambio de hacer algún favor en beneficio de sus operaciones ilícitas”. (Proceso 1665 y 1666).
El presidente de la Comisión de Justicia de la LIX Legislatura local, Luis Córdova Díaz pidió que se investigara la posible protección a Nacho Coronel en Jalisco: “Sabemos, por lo que manejan los medios, por lo que muchas ocasiones las mismas autoridades civiles y militares manifiestan, que tienen plazas y que tienen cotos y que tienen formas de operar y si ésta es una situación que generó complicidad y que tiene infiltrada alguna secretaría o alguna procuraduría o alguna delegación pues se tiene que actuar contundentemente”.
La guerra que viene
Se teme que con la muerte de Nacho Coronel –“quien amplió su abanico de actividades en los últimos años; hoy, además de cocaína, trafica con metanfetaminas y cuenta con decenas de laboratorios clandestinos a lo largo del territorio nacional, lo que le permite controlar más de 50% de la producción de drogas sintéticas, según la DEA”, escribió el reportero Ricardo Ravelo hace dos semanas (Proceso 1759)– se desate una guerra por el liderazgo que deja vacante.
Dante Haro Reyes señala que “en la lucha entre los grupos del crimen organizado se observa un rompimiento del equilibrio” que representaba la figura de Nacho Coronel, por lo que esa guerra podría darse entre los integrantes del mismo cártel del Pacífico para ostentar el poder que aquél representaba, pero también pueden darse enfrentamientos con otros grupos que buscarán apropiarse de esta plaza.
Por otra parte señala que es un secreto a voces que los lugares que habitan los grandes capos, como Colinas de San Javier, Puerta de Hierro y Valle Real, son fraccionamientos de gran lujo y ellos pueden pagarlo. Eso significa que un empresario que se dedica a negocios lícitos puede convivir sin problemas con esas personas. “Esa es la parte de la base social que ellos logran permear”.
Sostiene que los delincuentes consiguen interactuar con empresarios o políticos gracias su inserción en determinado tejido social, como sucedía en el caso de Nacho Coronel.
Luego de la muerte de Nacho Coronel se esperan reacomodos en el manejo financiero y de protección política cuya dimensión aún no se conoce, pero que esos movimientos, a su juicio, se traducirán en nuevos enfrentamientos.
El riesgo mayor podría venir por parte del cártel del Golfo o de Los Zetas, quienes en distintos momentos han incursionado en Jalisco desde la región norte hasta llegar Puerto Vallarta, donde ya se han enfrentado con el cártel del Pacífico o de Sinaloa.
El director de la Policía Municipal de Guadalajara, Servando Sepúlveda Enríquez, informó que tras la muerte del capo sostuvo una reunión con el presidente municipal de Guadalajara, Jorge Aristóteles Sandoval, para prevenir actos violentos.
El cerco se cerraba
El ocaso o calvario de Coronel Villarreal, hombre taimado, calculador y de apariencia más cercana a la de un ejecutivo, empezó el primer trimestre del año pasado cuando un sobrino suyo, José Ángel Carrasco Coronel, El Changel, fue detenido en Tlajomulco de Zúñiga; aunque este hombre fue remitido por la Procuraduría estatal a la delegación de la PGR junto con otros detenidos, después se supo que estaba libre porque nunca llegó a tal dependencia.
En enero de este año fueron capturados otros parientes de Nacho: Ernesto Coronel Peña, Juan Jaime Coronel y Juan Ernesto Coronel Herrera y pocos días después, el 18 del mismo mes, fueron capturados en la región de Chapala varios individuos, entre ellos el operador de zona de Coronel, Gael Carbel Aldana quien fue remitido al cefereso de Matamoros, Tamaulipas.
Más recientemente, el 3 de abril, fue levantado en Bahía de Banderas, Nayarit, el hijo del capo, Alejandro Coronel de sólo 16 años. Nunca apareció. Tres días después, en Tepic, más de 100 hombres armados levantaron a una docena de personas que a poco aparecieron muertas en San José de Castilla, municipio de Jalisco, Nayarit. Diez calcinados y cuatro cuerpos más con el tiro de gracia. Fue la venganza, según la policía.
Finalmente, un día después de la muerte de Nacho Coronel su sobrino Mario Carrasco Coronel, El Gallo, fue abatido por los militares en un enfrentamiento ocurrido en Rinconada de Los Novelistas, en el poniente de la ciudad. De acuerdo con versiones de la Sedena El Gallo “de acuerdo al lugar que ocupaba en la estructura de la organización delictiva, era uno de los posibles sucesores de Nacho Coronel”, dice un comunicado de prensa emitido el pasado viernes 30.
*Tomado de la revista Proceso.
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