progressif

viernes, enero 29, 2010

El modelo*









Tomados de La Jornada, Helguera, El Fisgón y Rocha y El Universal, Helioflores.


Luis Javier Garrido

¿Hasta dónde va a llegar el proceso de desmantelamiento de las naciones de América Latina y de sus instituciones sociales y políticas, que están imponiendo los poderes trasnacionales con la pretensión absurda de edificar algún día un orden supranacional, en el que las grandes decisiones se tomen sin cuestionamiento alguno al margen de los pueblos?

1. El proyecto “político” de la globalización capitalista neoliberal, que se ha ido definiendo en los últimos lustros, y que supone la estructuración de una mecánica de poder supranacional en que los estados nacionales no tengan voluntad soberana de decisión en materias financiera, económica y social, y sean las instancias trasnacionales controladas por Washington las que tomen las decisiones, está condenado al fracaso porque supone un enorme desprecio para los pueblos, y ya desde ahora se ve su inviabilidad.

2. La cuestión que poco se ha discutido en Latinoamérica y que se ha soslayado, a pesar de constituir una amenaza enorme para el continente, ha sido la edificación del nuevo orden “político” mundial, que supone la destrucción de los entramados institucionales nacionales, y que se ha ido llevando a cabo implacablemente al tiempo que se enajenan los recursos estratégicos de los pueblos, lo mismo en Brasil que en México, donde las cartas constitucionales no son sino letra muerta y los pueblos tienen cada vez menos derechos reales, en aras de imponer ese orden supranacional, gracias a la colaboración de grupos mafiosos en cada país.

3. En México, los integrantes de la zafia extrema derecha yunquista-panista en el poder desde 2000, sin proyecto político y nada que proponer a la nación, con ánimo depredador pocas veces visto en la historia del continente, pero sabiéndose dirigidos y amparados desde el exterior, se han solazado en destruir las instituciones sociales y políticas de la República, con el ánimo de abrir la vía para que las multinacionales controlen el país, confiados en que no hay fuerza política o social que pueda detenerlos en el marco de la “legalidad” vigente si no es mediante un conflicto de enormes dimensiones. El caso del intento patético del gobierno de Calderón por destruir Luz y Fuerza del Centro y de paso eliminar al SME, el sindicato independiente más vigoroso de México, cancelándole sus derechos constitucionales a 44 mil trabajadores, es significativo.

4. La imposición del modelo capitalista neoliberal, que con el leitmotiv de “la desregulación” ha tendido a reducir a su mínima expresión a los estados nacionales, se fue haciendo en América Latina de manera autoritaria desde que se inició el experimento de imponer el “modelo”, primero en la Argentina de los generales en los 70 y luego en el Chile de Pinochet (1973-1990), tratando de relegar a las instituciones políticas formales a meros instrumentos de las nuevas políticas, creyendo a ciegas en su funcionalidad, pero a finales del siglo pasado en los centros de decisión militar y financiera de Washington en los que se creía posible maquillar las nuevas políticas con un discurso seudo democrático, se fue abandonando esta idea.

5. Las instituciones políticas “liberales” definidas desde el siglo XVIII (con regímenes constitucionales que sustentan los derechos individuales y sociales, la democracia política, la división de poderes o los tribunales autónomos) no podían ya seguir enmascarando la toma de control del continente por las multinacionales, porque el despertar democrático en muchas latitudes empezó a frenar este proceso destructivo al hacer valer muchos pueblos sus derechos sustentándose en esas instituciones, que muchos seguían estimando como “anacrónicas”, por lo que se dio marcha atrás en tal pretensión con la consecuencia de que el gobierno de Obama y las grandes corporaciones para las que trabaja, que al llegar al poder tenían como misión maquillar estas políticas, están haciendo al lado toda compostura.
6. La administración de Obama ha perdido en muy poco tiempo el estilo y al cumplir un año aparece tan burda en su barbarie como la de Bush, en especial en América Latina. Tras el golpe de Estado del 28 de junio en Honduras, decidido y organizado por la Casa Blanca, y la imposición de un pelele suyo, el espurio Porfirio Lobo, vinieron nuevas ofensivas contra los gobiernos boliviano y argentino, el abandono del proyecto de una nueva política frente a Cuba, una violenta campaña económica y política para combatir al gobierno de Hugo Chávez de Venezuela y la toma militar de Haití con el pretexto del terremoto del 12 de enero, sin soslayar un apretón de tuercas en México, donde Calderón no oculta ya su papel de empleado de grandes trasnacionales y, la misión que se le ha impuesto de desmantelar las entidades públicas, mientras deja a la DEA y a la CIA decidir impunemente en México en nombre de la globalización neoliberal.

7. El Foro Social Mundial (FSM), cuyos primeros 10 años se celebran este 2010 en Porto Alegre (Brasil), en medio de un malestar creciente en todos los pueblos de la Tierra por las políticas depredadoras que se han ido extremando en el planeta y que están llevando al desastre en todos los órdenes, abrió en diversas ediciones foros de discusión sobre la cuestión de las instituciones políticas y sociales nacionales y su conflicto con los grandes poderes económicos y políticos trasnacionales, y ahora resulta urgente reabrir estas discusiones de cómo poner un alto al “nuevo orden” económico, social, jurídico y político supranacional que se ha edificado en las tres últimas décadas para hacer prevalecer los derechos de corporaciones sobre los de individuos.

8. El Foro Económico Mundial de los poderes multinacionales, que se abrió ayer en la elegante estación de esquiar de Davos, en los Alpes suizos, habla de “repensar, rediseñar y redificar” el modelo de dominación que las grandes corporaciones han edificado en los últimos 30 años, y que ha constituido una guerra contra los pueblos de la Tierra, y es claro que hablan de ese “nuevo orden económico mundial” tan ilegítimo e injusto que han ido construyendo, pero también del “nuevo orden político (y seudo jurídico)” que lo hace viable.

9. Ese proyecto económico y político neoliberal está condenado al fracaso, pero para detenerlo lo antes posible es menester tener claridad sobre lo que acontece y reconocer que cuestiones como la defensa de las instituciones constitucionales o de las empresas públicas, supone también la defensa de los derechos individuales y sociales de todos.

10. Desde abajo hay que “repensar, rediseñar y redificar” el proyecto popular, pero entender que defender ahora el viejo orden constitucional, que la derecha busca destruir, es defender los derechos de todos.

*Tomado de La Jornada.