Parcialidad y tabaco*
Tomados de La Jornada, Hernández y El Universal, Naranjo.
Octavio Rodríguez Araujo
La parcialidad de los medios es muy común, y de nada han servido las protestas de mucha gente. Detrás de cada periódico, canal de televisión o estación de radio hay ideologías no siempre explícitas que son defendidas y difundidas en conjunto permitiendo en ocasiones voces disidentes en las secciones de opinión para disfrazar o disimular su verdadera naturaleza.
Un tema que he estudiado en los últimos años, y que refleja dichas parcialidades, es el tabaco. Con muy pocas excepciones, entre éstas La Jornada, que me ha brindado espacio para discutir este asunto, la mayoría de los medios sólo han dado voz a los grupos militantes antitabaco, pero no a quien los contradice, los refuta o presenta pruebas científicas con diferentes resultados o matices.
En días pasados publiqué un libro que titulé Tabaco, mentiras y exageraciones, que fue presentado en el foro de la librería Gandhi en el Distrito Federal. Participaron como comentaristas dos científicos y dos escritores, los cuatro de amplio reconocimiento internacional y nacional. A uno de los científicos, el doctor en fisicoquímica teórica y ex rector general de la Universidad Autónoma Metropolitana José Luis Gázquez, no lo conocía cuando lo invité por correo electrónico; de hecho, lo conocí físicamente el día de la presentación de mi libro. Los otros tres comentaristas, en cambio, son amigos de muchos años (Jaime Avilés, Javier Flores y Humberto Musacchio, en orden alfabético), y dos de ellos, al igual que Gázquez, son ex fumadores. Asistieron, entre muchos amigos y público en general, algunos de los más representativos líderes de los movimientos antitabaco de México, ni más ni menos que quienes han dado la nota en los periódicos en los últimos años: Rafael Camacho Solís (de Alianza Contra el Tabaco), Sonia Meza (de la Fundación Interamericana del Corazón, México), Xiuh Tenorio (el más intransigente luchador antitabaco de la Asamblea Legislativa del Distrito Federal en la anterior legislatura), entre otros.
A pesar de la defensa científica que hicieron de mi libro Gázquez y Flores (médico cirujano y maestro en fisiología y biofísica), los representantes de la lucha antitabaco quisieron poner en duda su carácter científico argumentando que soy politólogo y, en el caso de Camacho Solís, equiparando el acto de fumar con orinar en público, como bien registró Musacchio en su columna del lunes pasado en Excélsior. Interpretaron mi libro, erróneamente, como una defensa del tabaco, defensa que nunca hago (a diferencia del libro de los ingleses Harris y Hatton, que es panfletario), y no como lo que en realidad es: una argumentación basada en textos científicos omitidos por la Organización Mundial de la Salud y sus repetidores. A éstos les ha bastado corear lo que medio leen y medio entienden entre la literatura antitabaco, que es enorme y de dudosa cientificidad, en lugar de investigar el tema con seriedad y sin prejuicios o dogmas asumidos.
Mi libro, único en el mundo en su género a pesar de haber sido investigado y redactado por un mexicano –que en el extranjero y entre los malinchistas mexicanos es sinónimo de escasa calidad, sobre todo porque no está escrito y publicado en inglés–, no es una improvisación ni una defensa del tabaco. Javier Flores, en su primera lectura (que le agradezco y cito en el libro), dictaminó lo siguiente: “El examen que realiza el autor pone claramente al descubierto la multitud de argumentos falaces empleados en distintos medios (incluidos los campos médico y científico) en la lucha contra el consumo de tabaco. Un aspecto importante es que el autor no hace una apología al consumo del tabaco, sino que pretende indagar la veracidad de los argumentos empleados en su contra.” Como él, otros médicos, biólogos, estadísticos y demás especialistas, lo leyeron y me llevaron a corregir algunas insuficiencias de mis primeros borradores. Jaime Avilés, quien sufre de enfisema, también fue elogioso pues simplemente no vive, en relación con el tabaco, la paranoia y los prejuicios de los militantes antitabaco, muy semejantes en actitudes a los militantes antiaborto. Humberto Musacchio, por su lado, enfatizó la importancia de tener la libertad de elección frente al tabaco y no vivir, al respecto, como si hubiéramos solicitado ser tutoreados por el gobierno y los legisladores.
La presentación de este libro, como era de esperarse dada la parcialidad de los medios, fue ignorada, pero si los grupos antitabaco dicen “pío”, darán la nota, ya lo verán mis lectores. Por fortuna, cuento con un espacio en La Jornada que, hasta la fecha, me han respetado sin censura de ningún tipo. Es más, sin solicitarlo yo, El Correo Ilustrado de este diario publicó dos invitaciones a la presentación del libro, lo que también agradezco.
Finalmente, una gran diferencia con los grupos antitabaco: ellos son militantes de su causa, yo no invito a nadie a fumar pero sí a debatir sobre el tema… con argumentos científicos y no por pasiones o fobias. Ya escribí mi argumentación, les toca a ellos refutarla.
*Tomado de La Jornada.
La parcialidad de los medios es muy común, y de nada han servido las protestas de mucha gente. Detrás de cada periódico, canal de televisión o estación de radio hay ideologías no siempre explícitas que son defendidas y difundidas en conjunto permitiendo en ocasiones voces disidentes en las secciones de opinión para disfrazar o disimular su verdadera naturaleza.
Un tema que he estudiado en los últimos años, y que refleja dichas parcialidades, es el tabaco. Con muy pocas excepciones, entre éstas La Jornada, que me ha brindado espacio para discutir este asunto, la mayoría de los medios sólo han dado voz a los grupos militantes antitabaco, pero no a quien los contradice, los refuta o presenta pruebas científicas con diferentes resultados o matices.
En días pasados publiqué un libro que titulé Tabaco, mentiras y exageraciones, que fue presentado en el foro de la librería Gandhi en el Distrito Federal. Participaron como comentaristas dos científicos y dos escritores, los cuatro de amplio reconocimiento internacional y nacional. A uno de los científicos, el doctor en fisicoquímica teórica y ex rector general de la Universidad Autónoma Metropolitana José Luis Gázquez, no lo conocía cuando lo invité por correo electrónico; de hecho, lo conocí físicamente el día de la presentación de mi libro. Los otros tres comentaristas, en cambio, son amigos de muchos años (Jaime Avilés, Javier Flores y Humberto Musacchio, en orden alfabético), y dos de ellos, al igual que Gázquez, son ex fumadores. Asistieron, entre muchos amigos y público en general, algunos de los más representativos líderes de los movimientos antitabaco de México, ni más ni menos que quienes han dado la nota en los periódicos en los últimos años: Rafael Camacho Solís (de Alianza Contra el Tabaco), Sonia Meza (de la Fundación Interamericana del Corazón, México), Xiuh Tenorio (el más intransigente luchador antitabaco de la Asamblea Legislativa del Distrito Federal en la anterior legislatura), entre otros.
A pesar de la defensa científica que hicieron de mi libro Gázquez y Flores (médico cirujano y maestro en fisiología y biofísica), los representantes de la lucha antitabaco quisieron poner en duda su carácter científico argumentando que soy politólogo y, en el caso de Camacho Solís, equiparando el acto de fumar con orinar en público, como bien registró Musacchio en su columna del lunes pasado en Excélsior. Interpretaron mi libro, erróneamente, como una defensa del tabaco, defensa que nunca hago (a diferencia del libro de los ingleses Harris y Hatton, que es panfletario), y no como lo que en realidad es: una argumentación basada en textos científicos omitidos por la Organización Mundial de la Salud y sus repetidores. A éstos les ha bastado corear lo que medio leen y medio entienden entre la literatura antitabaco, que es enorme y de dudosa cientificidad, en lugar de investigar el tema con seriedad y sin prejuicios o dogmas asumidos.
Mi libro, único en el mundo en su género a pesar de haber sido investigado y redactado por un mexicano –que en el extranjero y entre los malinchistas mexicanos es sinónimo de escasa calidad, sobre todo porque no está escrito y publicado en inglés–, no es una improvisación ni una defensa del tabaco. Javier Flores, en su primera lectura (que le agradezco y cito en el libro), dictaminó lo siguiente: “El examen que realiza el autor pone claramente al descubierto la multitud de argumentos falaces empleados en distintos medios (incluidos los campos médico y científico) en la lucha contra el consumo de tabaco. Un aspecto importante es que el autor no hace una apología al consumo del tabaco, sino que pretende indagar la veracidad de los argumentos empleados en su contra.” Como él, otros médicos, biólogos, estadísticos y demás especialistas, lo leyeron y me llevaron a corregir algunas insuficiencias de mis primeros borradores. Jaime Avilés, quien sufre de enfisema, también fue elogioso pues simplemente no vive, en relación con el tabaco, la paranoia y los prejuicios de los militantes antitabaco, muy semejantes en actitudes a los militantes antiaborto. Humberto Musacchio, por su lado, enfatizó la importancia de tener la libertad de elección frente al tabaco y no vivir, al respecto, como si hubiéramos solicitado ser tutoreados por el gobierno y los legisladores.
La presentación de este libro, como era de esperarse dada la parcialidad de los medios, fue ignorada, pero si los grupos antitabaco dicen “pío”, darán la nota, ya lo verán mis lectores. Por fortuna, cuento con un espacio en La Jornada que, hasta la fecha, me han respetado sin censura de ningún tipo. Es más, sin solicitarlo yo, El Correo Ilustrado de este diario publicó dos invitaciones a la presentación del libro, lo que también agradezco.
Finalmente, una gran diferencia con los grupos antitabaco: ellos son militantes de su causa, yo no invito a nadie a fumar pero sí a debatir sobre el tema… con argumentos científicos y no por pasiones o fobias. Ya escribí mi argumentación, les toca a ellos refutarla.
*Tomado de La Jornada.
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